En la imagen de la Virgen de la Altagracia podemos contemplar el Misterio presente y real de Jesucristo manifestado en su Sagrada Familia, de modo que podamos leer, encauzar y dar sentido a nuestra historia familiar y a toda nuestra historia de vida.
Al acudir a la Basílica de Higüey, al Santuario que se le dedicó en la zona colonial de Santo Domingo o a las parroquias que tienen este patronazgo, tendremos una experiencia de reencuentro con nuestra identidad como dominicanos, saciar nuestra hambre de trascendencia connatural a todo ser humano, y de compromiso social que nos motive cada día a ponernos en pie para emplearnos en el sano servicio de quienes nos rodean.
Pidamos la gracia de vivir e imitar en nuestro accionar para realizar como dominicanos el papel que nos corresponde para nuestra realización plena como hombres. mujeres e hijos que nos traza el cuadro de la Sagrada Familia.
Padres de familia dados por entero a los suyos.
Madres realizadas en toda su femineidad ante la misión esencial que poseen de dar calor a sus hijos y velar por ellos en todo momento.
Y a nosotros, que siempre seremos hijos, seguir las huellas de Jesucristo, que reposa en el Altar de Belén, la Casa del Pan, de la descendencia real de David, en cuyo palacio están la alegría, los tribunales de justicia, el deseo de la paz entre los hermanos y la distribución del justo beneficio por nuestros trabajos y afanes.
Esta es la verdadera religión que sana.