No hay muchos rodeos que dar. Hacer lo bueno, salvar la vida de todo hombre. En esto se resumen los mandamientos de la Ley de Dios para toda persona que habite está tierra.

Ninguno tenemos permiso de hacer lo mal hecho.

Hemos de tomar conciencia de que la persona que nos pide ayuda en los momentos que consideramos inoportunos, en realidad es el mismo Jesús que pasa en frente de nosotros en el niño que nos pide limosna o de comer, en la anciana y lisiada que pide en la esquina de los semáforos en los días laborales en las principales arterias vitales de este proyecto de ciudad.

La religión que busca milagros, satisfacer las apetencias interiores y escalonamientos que nunca se hubieran alcanzado desde la cuna en que se nació.

Lo anterior no tiene nada que ver con la Eucaristía y los Sacramentos de la penitencia, la comunión y la misión de la Iglesia.

Volveremos a la unidad de la Fe Católica cuando todos los cristianos nos dediquemos como Cuerpo Místico de Cristo a las obras de caridad.

A esto le llama el Movimiento Ecuménico de todas las Iglesias: CONVERSIÓN.