Dos grupos diferentes acuden a la tumba del Hijo de Dios la madrugada del Domingo de Resurrección.

Las mujeres de la Comunidad Eucarística, quienes creen que el Crucificado ha resucitado y comunican esta Buena Noticia a sus responsables.

A los Apóstoles que estuvieron con el Señor y tienen la misión universal de anunciar el Reino de Dios.

El otro grupo es el de los soldados que callan ante las amenazas, el soborno y la obediencia a unos líderes que traerán la aniquilación del pueblo al que debieron servir.

En la octava de Pascua o la Semana Blanca hace la opción del primer grupo.

Damos la espalda a la postura del segundo grupo. Queremos ahora comulgar del Pan de Vida Eterna.

Reina del cielo, alégrate, aleluya.
T: Porque el Señor, a quien has llevado en tu vientre, aleluya.

G: Ha resucitado según su palabra, aleluya.
T: Ruega al Señor por nosotros, aleluya.

G: Goza y alégrate Virgen María, aleluya.
T: Porque en verdad ha resucitado el Señor, aleluya.

Oremos:
Oh Dios, que por la resurrección de Tu Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, has llenado el mundo de alegría, concédenos, por intercesión de su Madre, la Virgen María, llegar a los gozos eternos. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amen.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amen. (tres veces)

San Anselmo de Canterbury (s. XII), Obispo y Doctor de la Iglesia, ruega por nosotros.