Es la Cena Pascual, y ya ha salido Judas Iscariote a entregar a Jesús.
Llega la hora de su Gloria: La Cruz le espera. Por ello, deja su última voluntad, su testamento con su Cuerpo y su Sangre. Y el mandamiento nuevo que se desprende: amense unos a otros, no un sentimiento, sino compromiso que se traduce en matrimonio, en familia, en Comunidad y en el auxilio a los desafortunados por culpa de las instituciones de esta sociedad sin alma ni Dios.
La muerte de Jesús es su sacrificio por amor a los suyos, a nosotros. Su Pascua.
Este es el sentido de las primeras palabras que nos dedicó el Papa León XIV el día de la Fumata blanca:
Dios nos quiere, Dios los ama a todos, ¡y el mal no prevalecerá! Todos estamos en manos de Dios. Por lo tanto, sin miedo, unidos de la mano con Dios y entre nosotros, sigamos adelante. Somos discípulos de Cristo. Cristo nos precede. El mundo necesita su luz. La humanidad lo necesita como puente para ser alcanzada por Dios y por su amor. Ayúdenos también ustedes, y ayúdense unos a otros a construir puentes, con el diálogo, con el encuentro, uniéndonos todos para ser un solo pueblo siempre en paz…
Y por ello dijo el nuevo Sucesor de San Pedro y San Pablo: ¡Gracias Papa Francisco!. Está fue su herencia.