Anunciamos hoy que Jesucristo que murió a manos nuestras, Resucitó a manos de su Padre Celestial.

Al reconocer esto tomamos la decisión de seguir a Cristo, el Hijo del Dios vivo.

No venimos a buscar a un profeta. De esos hay muchos.

Tampoco a un monje solitario y austero, por más devoto y carismático que sea, aunque arrastre tras sí a grandes multitudes por doquier.

Menos aún a un caudillo sufriente que superadas sus persecuciones quiere asumir los poderes de este mundo temporal.

Hemos venido a comulgar de la Fé de San Pedro con la que confesamos al Hijo de María siempre Virgen como nuestro Salvador y Señor, quien por su muerte y resurrección nos saca de nuestros encierros, nos mueve al servicio desinteresado y a entregarnos como Él, es decir, a cargar la Cruz de nuestras responsabilidades cada día.

Nuestro compromiso al comulgar hoy del Santísimo Sacramento es adentrarmos en la experiencia del Pan de Vida Eterna y esforzarnos para que esté llegue a todos.