Ellos fueron, junto a San Pedro y San Pablos, los chivos expiatorios de una administración en decadencia e incompetente que buscaba justificar su hegemonía sin estar dispuesta a un cambio a fondo para el bien de sus súbditos.

Como antorchas vivientes fueron colocados en la ciudad de Roma los Cristianos. Arrojados a las fieras del Coliseo como sanguinario espectáculo de la masa ignorante y acostumbrada a los espectáculos inhumanos de la degradación.

Antes, los bautizados en Cristo fueron despojados de sus bienes y presentamos como traidores y malos ciudadanos, cuando no hicieron más que orar por sus autoridades y la nación, cumplir las buenas leyes y aportar a la sociedad de aquel entonces.

El mayor bien de todos fue su costumbre de reunirse en familia a recibir la enseñanza de los Apóstoles, a la Fracción del Pan o la Eucaristía, a cumplir los mandamientos, es decir, la vida en el Espíritu de la fraternidad espiritual y solidaria o los mandamientos de la ley de Dios, y a las oraciones, es decir, a la nueva vida en Cristo Jesús que conduce a la salvación eterna del Cielo desde ahora en la tierra.

Rueguen por nosotros, Santos Mártires Romanos de la primera hora de la Fe Católica.

Mes de mi madre, la Sra Isaura Candelaria Altagracia Salcedo de García