Pide Jesús a quienes participamos de la Eucaristía, y así se ha de enseñar a los demás, despojarnos de todo y utilizar para el sustento propio solo lo más básico.

Lo excesivo y lujoso bloquea y aborta la misión de los Doce Apóstoles. Conduce al desprecio de la vida de la Comunión en la Iglesia.

La famosa expresión: ligero de equipaje siempre estará vigente. Su vivencia es sanadora y liberadora para nuestras almas.

La gratuidad es el espíritu que anima a la Misión Apostólica. Agradecer el preciado vaso de agua y nuestro servico se hace desde el desprendimiento.

Personas libres, creyentes no avaros ni ambiciosos. Vivir con lo estrictamente necesario.

Implica esto valor, confianza en la Divina Providencia, trabajo esforzado, honrado y digno. Solo así podremos llevar a todos los ambientes la Buena Nueva del Reino de los Cielos.

La Palabra en la Iglesia no puede estar encadenada. Requiere enviados de tiempo completo. No de momentos, ni de emociones, que buscan novedades, sino comprometidos en profundizarla, celebrar el Pan del Cielo Diario y compartirlo con quién no tiene nada.

¿Pero cuál es este mensaje tan exigente? ¿Por qué sus comunicadores deben estar tan imbuidos y emocionados con ella que acapara todo su tiempo y pensar?

El encuentro personal con Dios que nos ama, experiencia común a los hijos de la Fé Católica, una chispa que se enciende como fuego que brota y se expande por el estudio de la enseñanza de la Iglesia y cobra sentido en los Sacramentos de la Iglesia se concreta en el diario vivir en la atención a los enfermos, alos más pobres y abandonados, en la batalla contra los demonios de los negocios oscuros, y dando apertura en la sociedad a la participación de los que han estado relegados a un rango de sirvientes utilitarios para que sean también agentes del Reino de los Cielos.

¡Venga a nosotros tu Reino!