Tres veces ha dicho el Señor hoy a sus Santos Apóstoles: No tengan miedo. Así dijo el Ángel a la Virgen María, a San José y a los elegidos de Dios.

Como ocurrió con ellos, la Misión está destinada a los humildes y a los pobres. Los enviados del Señor no pueden aspirar a riquezas, poderes y reconocimiento.

Ya suficiente es seguir al Señor Jesucristo, compartir su Cuerpo y su Sangre y los Sacramentos de la Iglesia.

La finalidad de la Misión de la Iglesia Católica es acrecentar la familia de Dios a la que todo ser humano está llamando a integrarse.

Demos gracias por el poder participar de las mismas dificultades y pruebas que atravesó Cristo. Es un honor, un privilegio. Ya hemos sufrido mucho todos por haber hecho las cosas mal. Mejor correr la misma suerte que el Hijo de María por hacer el bien. Será entonces nuestra existencia de salvación para los demás.