La Cruz es la señal de la salvación. ¡Quién enseñe lo contrario a esto está falsificando el Evangelio mismo!
Las fuerzas para poder asumir los sufrimientos de esta vida viene de allí.
Los débiles encuentran en ella su fortaleza.
A todo el que está cargando pesadas cruces como la de Cristo, cuenta con el acompañamiento y guía de la Virgen María. Así lo ha querido su Hijo para los que hacen la voluntad del Padre Celestial.
Por la Santa Cruz nos podemos identificar con Cristo. Ella siempre es fructífera, aunque nos produzca desasosiego.
Cargarla va más allá de las dificultades, los tedios y los esfuerzos que hacer a diario. Implica los insultos, las persecuciones, las injusticias y las notificaciones de las cuales no hemos contribuido a ellas como asociados con el mal.
Las personas que actúan con un amor misericordioso muy grande y generoso lo hacen porque muy bien saben del gran peso y lo prolongado por mucho tiempo de la Cruz matrimonial, familiar, laboral, social y espiritual que está sobre sus hombros.
Busquemos dentro de la caridad heroica cristiana del calvario la Gracia Eucarística de la obediencia a la fe de la Iglesia Católica, el evitar a cualquier precio las confabulaciones con el mal que siempre es satánico todas sus formas y las garras que da la Comunión frecuente, incluso diaria, con el Cuerpo y la Sangre de Cristo para seguir adelante en la misión evangelizadora que implica pasar de creyentes nominales, sentimentales y buscadores de Milagros al compromiso de transformar este mundo a la manera del Hijo Sufriente de Dios y de su Madre, la Virgen Dolorosa.