Las mujeres de la Primera Comunidad Eucarística comienzan a descollar en el Evangelio de San Lucas. Ellas son parte fundamental y prioritaria de la Buena Noticia a todos los hombres de buena voluntad.

María Virgen, su Madre, las Santas Hermanas Marta y María de Betania se unen en la Comunión a la Magdalena, a Juana de Cusa, a Susana y a las que estuvieron a los pies del Crucificado en su última hora.

En la Iglesia, la mujer no es anónima. Están presentes en los momentos más importantes de la vida de Cristo, y son ellas las que comparten sus bienes para el sostenimiento de la Misión del Señor y sus Apóstoles.

Serán ellas las primeras en alegrarse por la resurrección del Señor.

En lugar de competidoras, a diferencia de los estamentos de la vida publica, en la Iglesia las mujeres son las más eficientes colaboradoras de los Obispos y sus ministros delegados.

Discípulas de Jesús. Poseedoras de capacidades y carismas que los hombres nunca podrán realizar en el servicio a la humanidad.

Nadie como una mujer de fe sabe del valor y el modo de realizar la solidaridad con los más pobres.

Clamemos a la intercesión de las Santas Mujeres e imitemos su ejemplo.