Las barreras sociales, políticas y religiosas han de caer ante la Buena Noticia, su escucha y su puesta en práctica de nuestra parte.

La Palabra convertida en esta Santa Misa en Cuerpo y Sangre de Cristo nos convierte en Familia de Dios. Para ello hay que tener un vínculo cariñoso y obediente a la primera disculpa de Jesucristo, su Madre, la virgen María.

Luego hay que desvincularse, por nuestra salud mental e integral, de todas las relaciones en las que no semos respetados, valorados y correspondidos.

La vida es corta. No gastarla en lo que no nos hace dichosos, felicidades y bienaventurados.

Rodearse e interactuar de los parientes de Jesús. De aquellos que se dedican a tiempo completo a su obra, de los que hacen todos los sacrificios y se niegan a si mismos por la Comunión de los hijos de Dios y adoptan un estilo de vida sencillo, sin ambiciones y colaborando con los más necesitados. A ellos se les llama Santos.