El Obispo misionero pidió que los hijos de la Iglesia cultivemos las virtudes de la humildad y la mansedumbre que nos hiciecesen profundamente humanos. Dijo:

Evita el orgullo, porque es peor que el hambre, la sed y el frío. La respuesta mansa y humilde rompe la ira, las palabras duras excitan el furor. Saca de tu corazón toda soberbia, que es raíz y principio de todos los pecados. Debes mirar e imitar continuamente la HUMILDAD y la MANSEDUMBRE de Jesús; la HUMILDAD es el fundamento de todas las virtudes; y como se cae un edificio alto sin cimientos, así también vosotros si no son humildes.

Claret, que dejó su impronta en Cuba, es el vivo testimonio de la profunda espiritualidad católica basada en el amor a la Eucaristía, a la Virgen María y al Magisterio Infalible del Papa, las vías para poder cultivar la vida de santidad por el servicio.