Un testimonio claro de que es posible tener una experiencia radical de conversión por la responsabilidad y la entrega en el servicio, es el Arzobispo Santo de Milán, uno de los más fieles representantes de la reforma de la Iglesia del Concilio de Trento.

De familia noble y carrera eclesiástica, el Cardenal que entendió la necesidad de catequizar a las poblaciones más humildes y conducirles a la Confesión y Comunión Sacramental.

Y personalmento centro su atención en los más pobres, realizando frecuentes obras de caridad para ellos.

A lo largo de toda su vida de Pastor tuvo que enfrentar todo tipo de litigios en todas más instancias de la sociedad de entonces. Sufrió atentados contra su vida, rebeldías y ataques de sus ovejas de su rebaño, y cada uno de los Sumos Pontifices a los que sirvió se decantaron por su fidelidad a la Iglesia y celo por la fé católica.

Sigamos su recomendación:

«Cuando recen el Padrenuestro, hijos, pidan que les sea dado el pan de cada día; pidan al Señor este pan, aquel que nutre su alma. Cuando comiences a recibirlo con frecuencia, lo sé, no sentirás inmediatamente los inmensos frutos que surgen de él; pero debes perseverar. Incluso aquellos que plantan un árbol, lo riegan y limpian la tierra a su alrededor, no lo ven crecer inmediatamente ni ven en seguida los frutos. Hijos, se necesita paciencia y perseverancia».

San Carlos Borromeo y Santos Obispos de Milán, rueguen por nosotros y por el mundo entero.