Papa, Padre y Doctor de la Iglesia.
Podemos enumerar tantas cosas del Obispo de Roma del siglo V DC, responsable después del Papa Victor I, de la consolidación del rol papal en la Iglesia universal, en cuanto a la doctrina de la persona de Cristo Jesús en su naturaleza divina y humana, en la función esencial de la Eucaristía y los Sacramentos y en el orden y compromiso eclesial del cristiano. Más un aspecto que podemos perder de vista es su profunda espiritualidad que lleva al sosiego y a la calma en momentos de crisis externas en que se requiere de fortaleza y determinación. Así dice el Papa que planteó y ratificó nuestra fe en el Concilio de Calcedonia del 451 DC:
No te rindas nunca, ni cuando la fatiga se haga sentir, tampoco cuando tu pies tropiecen, ni cuando tus ojos se quemen, tampoco cuando tus esfuerzos sean ignorados, ni cuando la desilusión te humille, ni cuando el error te desanime, tampoco cuando la traición te hiera, ni cuando el éxito te abandone, tampoco cuando la ingratitud te desaliente ni cuando la incomprensión te rodee, tampoco cuando el aburrimiento te derribe, ni cuando el peso del pecado te aplaste.
San León Magno, y todos los Santos Papas, rueguen por nosotros y por el mundo entero.

