La llegada a Jericó de Jesús fue tan diferente a la de sus antepasados. Necesitaban una tierra y la conquistaron con inmigración y violencia en diversos momentos.

En la plenitud de los tiempos, Jesús ha llegado allí para tener compasión del indigente limosnero ciego.

Seguir a Jesús, no importa nuestra condición. Esta determinación debe primar por encima de todo.

El invidente no hizo caso a las trabas y regaños con que la gente que le rodeaba quería que se callase y no confesará su fe bautismal en el Hijo de David.

Hay que perseverar. Nunca abandonar la Liturgía de la Iglesia, el encuentro vivo con Jesús Nazareno.

Todo tipo de momentos y etapas tenemos que afrontar, pero Él nunca cambiará y su presencia en la celebración de la Iglesia Católica no faltará ni fallará.

Los demás vienen y se van. Hay que quedarse con lo bueno que nos aportaron, como aquellos que indicaron al no vidente el paso del Señor y juntos glorificaron su milagro.

Hagamos este ejercicio de sanación interior y dejemos de recriminar a los demás sus limitaciones y faltas.

Dediquemos a facilitar a quienes desean el encuentro vivo y el seguiniento diario con Jesús Eucaristía.