En el aniversario #20 en que presidí la primera Misa, doy gracias al recordar que Nuestra Señora, la Virgen María, nos asegura que si nos dedicamos al servicio del Pueblo de Dios y de todos los hombres de buena voluntad, la Divina Providencia del Padre, Cristo Jesús se manifestará en esta existencia.

Nuestra prioridad ha de ser, dar de comer a los que carecen de alimento.

A la Madre del Hijo de Dios, el Divino Niño Jesús que duerme en su regazo, pedimos el poder descansar de los afanes y confiar en que las dificultades que afrontamos podremos superarlas y aprender de ellas sin amarguras ni resentimientos.

Al comulgar en la Santa Misa participamos de esa ternura y devoción que la Virgen María comunica al Divino Infante.

El Divino Niño que duerme quiere nuestro total confianza y abandono a su persona. De ser así, Él será nuestra paz verdadera.

La imagen de esta advocación esta inspirada en la escena evangélica de la Presentación del Señor celebrada el 2 de febrero o de la Candelaria.

Ofrezco la Misa por mi Padre y Madre, y en el cumpleaños de mi cuñado, y por la tierra de su patronazgo en que fue tan buena conmigo las veces que allí fuí a servir.