Un importante jefe del ejército romano asignado a una tierra despreciada de gente muy pobre, la Galilea de los Gentiles, un extranjero totalmente ajeno a la fe los Padres de la Antigua Alianza, se acerca a Jesús.

En lugar de desechar al esclavo o sirviente, el Centurión opta por convertir su residencia en casa de oración. Allí han de celebrarse los Sacramentos para la Comunión con Jesús.

Y es que cada uno vive la fe cristiana conforme a su oficio y procedencia, profundiza en ella y la ensacha de cuerdo a las circunstancias y crisis que afronta, en especial con la gente a la que está vinculada y con el bagaje que ha aquilatado.

Aprendamos del Centurión que sabía que en la obediencia estaba su supervivencia y la de los suyos, del funcionamiento y desarrollo de la sociedad y la fe en que el Hijo de Dios, el Ungido, el Salvador llega para sanar las almas que le reconocen en la Eucaristía como único Señor y que quieren vivir conforme a las leyes del Reino que viene.