Hace más de 15 millones de años, un mono que estaba desparasitando a otro acabó abruptamente con el festín de una garrapata en la Cordillera Septentrional de República Dominicana.

Y así, sin saberlo, le hizo un favor a la ciencia moderna.

El animal apartó al insecto, que fue a parar en la resina de un árbol, donde quedó atrapado y falleció.

Y con el paso del tiempo, esta sustancia se fosilizó y se convirtió en ámbar, lo que permitió preservar intacta a la garrapata.

Aunque lo que interesa a los científicos no es tanto la garrapata en sí, sino lo que guardan sus entrañas: la sangre del mono al que estaba picando contiene la única muestra de glóbulos rojos de un antiguo mamífero a la que ha tenido acceso la ciencia.

Mono
El hallazgo permitirá estudiar la evolución de un parásito que aún provoca enfermedades en los mamíferos.

En dicha sangre se encontró un parásito muy similar a los del género Babesia, que en la actualidad causan en los mamíferos una enfermedad muy parecida a la malaria llamada babesiosis.

Y su estado es tan bueno, que los investigadores pudieron seleccionar varias muestras de este parásito en distintos estadios de maduración, lo que permitirá estudiar su evolución.

Pequeñas pistas

El investigador de la Universidad Estatal de Oregón George Poinar Jr. consiguió reconstruir la escena al examinar de cerca el fósil de la garrapata y publicó los resultados en el Diario de Entomología Médica (Journal of Medical Entomology).

El cuerpo del insecto presentaba ciertas señales en la espalda que indicarían que fue cogido por un animal más grande. Se trata de dos pequeños agujeros en el caparazón que provocaron que parte de la sangre saliera del cuerpo del bicho.

Un mono desparasitando a otro en el agua.
Los monos acostumbran desparasitarse mutuamente.

El ámbar la conservó alrededor del insecto, quedando tan diferenciada que, millones de años después, sirvió de pista a Poinar para sospechar que la garrapata podía tener sangre de otro animal dentro.

El tamaño de los glóbulos rojos ayudó al científico a concluir que el insecto se estaba alimentando de un primate, un conejo o un perro antes de quedar atrapado en la resina.

Como la muestra tiene una antigüedad de entre 15 millones y 45 millones de años y en esa región de República Dominicana no existen restos de canes ni conejos que hayan vivido en esa época, la única opción válida eran los primates.

Y la marca de la espalda de la garrapata coincide con la costumbre que estos tienen de desparasitarse unos a otros.

En la Cordillera Septentrional de República Dominicana existen importantes reservas y minas de ámbar. De hecho, el país es uno de sus mayores productores mundiales.

Referencia: BBC Mundo