39 escritoras dominicanas del siglo XX

Por Miguel Collado
Bibliógrafo
PREÁMBULO: SIGLOS XVI-XIX

Desde el origen más remoto de la literatura dominicana el talento creador de la mujer ha iluminado el mundo literario de la Isla de Santo Domingo. Muy temprano, a finales del siglo XVI, aparece la primera mujer de letras en estas tierras: Leonor de Ovando, de quien el erudito español Marcelino Menéndez Pelayo dice: «Santo Domingo tuvo la gloria de que en su suelo floreciese la primera poetisa de que hay noticia en la historia literaria de América.»(1)

Durante los siglos XVII y XVIII no encontramos nombres de autoras que merezcan ser destacados en una selección de la producción intelectual femenina en la República Dominicana, a pesar de que, desde el ángulo histórico, tiene ganada atención Tomasina de Leiva y Mosquera, posiblemente nacida en 1663 y de cuya obra literaria no se conserva casi nada, apenas algunas estrofas. También por su importancia histórica, más que literaria, en el siglo XIX habría que detenerse en dos nombres de mujeres de letras: Ana de Osorio (Siglo XVIII-1851) y Manuela Rodríguez Aybar (Siglo XVIII-c. 1857), primera escritora sanjuanera. De ambas, aparecen textos poéticos en la antología Poesía popular dominicana(2) del historiador Emilio Rodríguez Demorizi.

Luminosos antecedentes de felices incursiones de la mujer dominicana en el quehacer literario son, en el siglo XIX, la poetisa Salomé Ureña de Henríquez (1850-1897), primera en publicar un libro de poesía en estas tierras: Poesías de Sa­lomé Ureña de Henríquez;(3) la cuentista Virginia Elena Ortea (1866-1903), pionera dentro del género en el que Juan Bosch demostró ser un maestro: Risas y lágrimas;(4) y la novelista Amelia Francasci (1850-1941), primera dominicana en publicar una novela: Madre culpable(5) en 1893.

EL SIGLO XX

Es con el nacimiento del siglo XX que la escritora dominicana emprende esa titánica lucha por ocupar el espacio que en las letras nacionales le corresponde y que ha sabido ganarse a base del esfuerzo creador desplegado con su pluma: Altagracia Saviñón, Flérida García de Nolasco, Livia Veloz, Camila Henríquez Ureña, Jesusa Alfau Galván, Abigaíl Mejía, Martha María Lamarche, Delia Weber, Virginia de Peña de Bordas y Melba Marrero de Munné surgen a la vida literaria en la primera mitad del que ha sido considerado por algunos críticos el Siglo de Oro de la literatura dominicana. Ellas continuarían trillando, con encomiable y fructífero afán, el sendero abierto, con inconsciente visión de pionera, por la insigne autora del emblemático poema «Mi Pedro».

Brillante y esperanzador —para la literatura femenina dominicana— es lo que acontece en la segunda mitad del siglo XX con el surgimiento, en la década del 50, de valiosas autoras que vendrían a reafirmar la calidad del talento de la escritora dominicana: Hilma Contreras* y Grey Coiscou Guzmán* son dos elocuentes ejemplos. Contreras, Premio Nacional de Literatura 2002, está considerada la mejor cuentista dominicana de todos los tiempos.

Luego, en las dos subsiguientes décadas ―la del 60 y la del 70―, aparecieron otras cultoras del arte literario que aportarían a la bibliografía nacional obras importantes dentro de una diversidad temática considerable: desde la crítica de arte, pasando por todos los géneros literarios de ficción, hasta la investigación científica. Hay que mencionar, en este período, a Jeannette Miller, Soledad Álvarez y Josefina de la Cruz.

Pero nunca antes el tema de la mujer escritora había concitado tanto interés ni había generado tan fuerte oleaje de opiniones y pareceres en la literatura dominicana como a partir del decenio de los 80, momento estelar en la historia de nuestra literatura femenina al que el reputado crítico literario Bruno Rosario Candelier se refiere en su obra Coloquio literario:

          La década de los años 80 del siglo XX probablemente sea recordada, entre otras cosas, por la ferviente irrupción de la mujer al escenario literario nacional, no de una manera individual y aislada como en el pasado, sino de una manera compartida y organizada en grupos literarios con la participación de un significado número de mujeres que hacen del arte de la palabra el vehículo de expresión de sus inquietudes y talentos, de su idiosincrasia y sensibilidad, de sus ideales y proyectos personales y colectivos.

           En 1983sigue diciendo Rosario Candelier— surge la primera avanzada de ese boom femenino de escritoras dispuestas para el combate literario. Con el nombre de ‘Círculo de Mujeres Poetas’ se organizan y promueven, hacen reuniones y recitales, comentan y publican sus textos poéticos y llaman la atención a lectores y estudiosos del fenómeno poético en la República Dominicana. Y en 1987, emerge otro importante retoño de la presencia de la mujer en la labor creadora. Para distinguirla de la promoción del 83, vamos a llamar a esta nueva promoción «Grupo de Mujeres Creadoras», que, en cierta manera, continúan la poética asumida por las integrantes del «Círculo de Mujeres Poetas», aunque tienen sus matices diferenciadores, como el hecho de asumir el canto con un desenfado expresivo, resuelto, audaz, entusiasta.(6)

De las 39 autoras estudiadas en Ensayos críticos sobre escritoras dominicanas del siglo XX(7)  pertenecen a esa época, entre otras, Chiqui Vicioso, Carmen Sánchez, Carmen Imbert Brugal, Sabrina Román, Miriam Ventura  (del Círculo de Mujeres Poetas), ángela Hernández, Aurora Arias, Marianela Medrano, Yrene Santos, Ylonka Nacidit Perdomo (del Grupo de Mujeres Creadoras), Julia Alvarez, Martha Rivera y Emilia Pereyra.

En los años 90 surgen pocas escritoras que enarbolen los mismos postulados estético-literarios e idéntico ideal feminista que caracterizaron —y siguen caracterizando— la obra de las combatientes integrantes de la denominada Promoción de los 80. Ligia Minaya, Dinorah Coronado, Pura Emeterio Rondón* y Mélida García* figuran entre ellas. Estas logran una armónica compenetración con las escritoras de dicha promoción literaria, compartiendo con ellas escenarios de lecturas públicas y haciendo causa común en jornadas culturales celebradas dentro y fuera del país.

No debemos dejar de consignar aquí -—aunque no ahondemos en ello, y un poco como lanzar al aire la inquietud— que merece una especial atención la destacada presencia de la escritora dominicana en territorio estadounidense. En su singular antología Literatura dominicana en los Estados Unidos: Presencia temprana 1900-1950,(8) los investigadores dominicanos Daisy Cocco De Filippis y Franklin Gutiérrez nos ofrecen copiosa y documentada información en este relevante aspecto, citando a Jesusa Alfau Galván,* Camila Henríquez Ureña* y Virginia de Peña de Bordas* como las  pioneras de lo que podríamos llamar la diáspora de la literatura femenina dominicana en los Estados Unidos. Las tres vivieron en la tierra de Walt Whitman en la primera mitad del siglo XX.

Pasando el tiempo, una oleada migratoria de escritoras dominicanas tendría lugar hacia ese país del norte en el decenio de los 70s, haciéndose sentir, en el ambiente cultural de la ciudad de New York, en los años 80, coincidiendo precisamente con el boom literario que en ese momento acaecía en la República Dominicana. Estas creadoras, como bien señala Gutiérrez, «han encontrado en Daisy Cocco De Filippis un vigoroso sostén para la difusión de sus obras».(9)

Curiosamente, hasta donde sabemos, 12 de las 39 autoras seleccionadas —que representan el 31%— han vivido, escrito y publicado textos (libros y/o artículos) en los Estados Unidos de América: Jesusa Alfau Galván, Camila Henríquez Ureña, Virginia de Peña de Bordas, Chiqui Vicioso, Julia Alvarez, Josefina de la Cruz, Dinorah Coronado, Sabrina Román, Miriam Ventura, Teonilda Madera, Yrene Santos y Marianela Medrano. Las tres primeras fallecieron, mientras que Alvarez, Coronado, Ventura, Madera, Santos, Medrano y Román todavía residen en dicho país y continúan militando activamente en la literatura. Vicioso y De la Cruz retornaron a la tierra que les vio nacer, donde siguen escribiendo.

Con la compilación de estos ensayos críticos  —contando con el apoyo logístico del escritor Rafael García Romero— nos hemos propuesto dejar constancia del interés que, aunque de manera dispersa, ha mostrado la crítica, a través del tiempo, hacia el trabajo creador de las escritoras dominicanas, destacando sus valores y sus innegables aportes. No hemos pretendido, de ningún modo, dejar establecido que las autoras seleccionadas representan lo mejor de la literatura femenina dominicana, pues otras autoras con iguales o mayores méritos que algunas de las incluidas bien pudieron haber sido seleccionadas, lo cual no fue posible debido a obstáculos que no pudimos salvar dentro del tiempo programado para la realización de la investigación. A este factor se sumó otro: las limitadas condiciones materiales que el país le impone al investigador. Por el momento, sólo aspiramos a sumarnos a ese reducido  grupo de intelectuales que han destinado admirables esfuerzos en pro de la difusión y valorización de la escritora dominicana.

Cabe destacar la importancia de la integración a este proyecto de valoración de las creadoras dominicanas a los colaboradores que nos otorgaron permiso para incluir sus trabajos en el libro. A los dominicanos Franklin Gutiérrez, Manuel García Cartagena, José Rafael Lantigua, María del Carmen Prosdocimi, Roberto Cassá, Marcio Veloz Maggiolo, José Alcántara Almánzar, Fernando Valerio Holguín, Manuel Matos Moquete, Carlos Fernández Rocha, José Mármol, Fernando Cabrera, Sintia Molina, Bruno Rosario Candelier, Tony Raful y Daisy Cocco De Filippis. Igualmente, debemos mencionar a los académicos extranjeros Giovanni Di Pietro, italiano-canadiense; Catharina Vallejo, holandesa; Miriam González Hernández, puertorriqueña; y Ana María Hernández, estadounidense.

Justo es mencionar, de manera muy especial, a los siguientes colaboradores de la obra: a la crítica argentina Ester Gimbernat González, al dramaturgo peruano Walter Ventosilla y a los escritores dominicanos Jorge Tena Reyes (filósofo e investigador), Manuel Mora Serrano (crítico y narrador), Odalís G. Pérez (crítico y académico) y Pedro Antonio Valdez (narrador), ya que ellos tuvieron la gentileza de escribir sobre escritoras específicas sugeridas por nosotros.

BREVE OPINARIO EN TORNO A LAS 39 ESCRITORAS ESCOGIDAS
Primera línea: Altagracia Saviñón, Mélida Delgado Pantaleón, Flérida García de Nolasco y Livia Veloz. Segunda línea: Camila Henríquez Ureña, Jesusa Alfau Galván, Abigaíl Mejía y Martha María Lamarche. Tercera línea: Delia Weber, Virginia de Peña de Bordas, Melba Marrero de Munné e Hilma Contreras. Cuarta línea: Carmen Natalia Martínez Bonilla, Aída Cartagena Portalatín, Grey Coiscou Guzmán y Ligia Minaya. Quinta línea: Celsa Albert Batista, Jeannette Miller, Lusitania Martínez y Emelda Ramos.

►Altagracia Saviñón (1884-1942). Si en la poesía americana ha existido un ser de tan absoluta sensibilidad hasta el límite de que pareciese creado para sentir, para inspirar la idea de «una red», de «un haz de sensaciones», ese ser ha sido Altagracia Zoraida Saviñón. ÁNGEL RAFAEL LAMARCHE

►Mélida Delgado Pantaleón (1885-1967). Es admirable su talento y su labor en el campo del folklorismo, pues se adelantó a todos en ese género literario. La historia consignará su nombre con justicia y admiración. VETILIO ALFAU DURÁN

Flérida García de Nolasco (1891-1976). Doña Flérida de Nolasco tiene reservado un sitial en la historia de la cultura dominicana, y el que solo comparte con Salomé Ureña, distinguiéndose de ésta por la variedad temática de su obra. Sobresale como ensayista, crítica literaria, musicóloga, folklorista e historiadora, campos que cultivó con destreza y admirable dominio de los aspectos abordados. JORGE TENA REYES

Livia Veloz (1892-1982). Con Livia Veloz puede decirse que tuvo su punto de partida un nuevo florecimiento de la poesía femenina; con entonación de vanguardia muchas vecesMAX HENRÍQUEZ UREÑA

Camila Henríquez Ureña (1894-1973). Dedicó sus esfuerzos a la lucha en pro de la cultura popular y la emancipación de la mujer. Modesta y sencilla hasta lo increíble es ésta humanista de cuerpo entero, maestra de maestras, para quien no hay, en su labor diaria, tarea demasiado humilde ni demasiado pequeña. MARTA AGUIRRE, cubana

Jesusa Alfau Galván (1895-1943). Ella es un producto valiosísimo de varios factores de alto valor intrínseco. Pero hay en ella, como en todo intelectual o artista que sea artífice de sí mismo, algo que es exponente de su propia razón autonómica y de su peculiar temperamento artístico: la penetrante observación psicológica, el depurado buen gusto y el reflector sentido íntimo de la belleza. FEDERICO HENRÍQUEZ Y CARVAJAL

Abigaíl Mejía (1895-1941). Abigaíl Mejía tiene un lugar en nuestra historiografía literaria por su obra «Historia de la literatura dominicana», primer compendio completo, hasta 1929, de nuestros avatares literarios. Si bien la misma ha sido superada, ello no le quita sus grandes méritos como pionera. MANUEL MORA SERRANO

Martha María Lamarche (1900-1954). La publicación de sus obras en verso «Cauce hondo» y «Retozos de luz» la dieron a conocer en América como una de nuestras distinguidas poetisas. […] No quiso ser orfebre de estrofas, porque prefirió aprisionar la belleza en la estructura de los símbolos. ESTHERVINA MATOS

Delia Weber (1900-1982). Su habitual estilo literario es impresionista, un impresionismo realizado con sentido sensual pictórico, en cierto modo semejante al idealismo filosófico de Tagore y a la irrealidad destinista de Maurice Maetelinck. El amor, en sus poemas, es a un tiempo sentimiento y duda, inquietud y misterio, deseo y desfallecimiento. Además del poema en prosa escribe poemas dramáticos y cuentos. Su lirismo linda con lo fantástico. Es la mujer que canta y lleva a su canción las palpitaciones de sus ensueños. Delia Weber es nuestra más prominente cultivadora del poema en prosa. PEDRO RENÉ CONTÍN AYBAR

Virginia de Peña de Bordas (1904-1948). En una historia del cuento infantil dominicano hay que hacer mención especial de Virginia de Peña de Bordas, autora de dos  cuentos pioneros dentro de ese género literario: «La princesa de los cabellos platinados» y «La eracra de oro». Sobre estos dos textos narrativos la opinión autorizada de la ilustre Flérida de Nolasco, quien reconoce el carácter pionero de De Peña de Bordas: «Son cuentos de carácter maravilloso, escritos para niño, género hasta entonces desierto en nuestra literatura». Ella es autora, también, de una de las pocas novelas indigenistas escritas por mujeres en Hispanoamérica: Toeya: fantasía indígena (Barcelona, 1952). Es una narradora a la que hay que tomar en cuenta en la historiografía de la literatura dominicana. MIGUEL COLLADO

Melba Marrero de Munné (1911-1962). Desde su letra hasta su pensamiento; desde su vida hasta su obra, Melba fue un ser singular, casi único que vino a la tierra a iluminar mentes y cuadruplicar senderos. Hay que jerarquizar unas nuevas metas para encontrar para ella un puesto definitivo donde pudiera ser colocada. DOMINGO MORENO JIMENES

Hilma Contreras (1913-2006). En dominio  de las técnicas narrativas y aún de señalados recursos  de la lengua como la metáfora y las personificaciones, las simbolizaciones, no parece demasiado preocupada por las encandilaciones formales. Una visión de conjunto de toda su obra narrativa nos coloca frente a una narradora cauta, de sobriedad  expositiva, de giros inusuales y que se permite algunos lujos estilísticos. JENNY MONTERO

Carmen Natalia Martínez Bonilla (1917-1976). A Carmen Natalia corresponde en nuestro país un lugar muy elevado entre los grandes cantores de la patria. Su poesía no solamente no se alistó en el ejército del absolutismo imperial, sino que consagró sus voces más puras a glorificar a los patriotas que se inmolaron en la lucha contra la tiranía dominicana. De este momento es lo más gallardo, permanente y formidable de su canción. PEDRO MIR

Aída Cartagena Portalatín (1918-1994). Es, entre las poetisas dominicanas contemporáneas, la única que ha logrado una obra extensa y sólida, que se inicia bajo el signo de la poesía SorprendidaJOSÉ ALCÁNTARA ALMÁNZAR

Grey Coiscou Guzmán (1941-2009). Cuando Grey Coiscou Guzmán trueca su materia íntima en lenguaje poético, lo hace con absoluto dominio de sus facultades intelectuales y con la capacidad espiritual de quien posee, a pesar de su extremada juventud, la conciencia y el sentido pleno de la poesía de siempre. FRANKLIN MIESES BURGOS

Ligia Minaya (1941-). La escritura de Minaya es una que va más allá del erotismo como se le ha querido encasillar. Es una que denota el buen manejo y el conocimiento del género literario que se trate. Su discurso, además, reafirma un compromiso con la sociedad dominicana donde todavía quedan rezagos machistas. Como se puede observar en los cuentos y novelas de la autora, en los cuales la sociedad margina a la mujer que está sola (sin la compañía de un hombre) y provoca que ella se preocupe, se sienta desdichada frustrada e incompleta. DORIS MELO

Celsa Albert Batista (1942-). Los estudios etnohistóricos y sociopolíticos acerca de la formación esclavista en Santo Domingo y América, reciben esta vez una nueva luz en torno a un aspecto analizado en la perspectiva de la política de las mentalidades y la crítica dirigida a la economía del signo histórico. Se trata, pues, del libro «Mujer y esclavitud en Santo Domingo», de la investigadora dominicana doctora Celsa Albert Batista. ODALÍS G. PÉREZ

Jeannette Miller (1942-). En la evolución poética de Jeannette Miller hay claves y constantes que se han ido acentuando. Desde sus poemas juveniles notamos la presencia constante de la polarización «presente-pasado» junto al tema de la muerte, en una voz íntima y contenida que no cae en el sentimentalismo monocorde…En Jeannette Miller el poder del lenguaje se tiñe del sentimiento, la palabra se carga de significaciones… Para la autora, la poesía es un instrumento de conocimiento propio… MARÍA DEL CARMEN PROSDOCIMI

Lusitania Martínez (1945-). A pesar de que en sus inicios, como creadora, Lusitania Martínez escribía poesía, es en el ámbito de la Filosofía y del estudio sociológico donde ha logrado desplegar su talento intelectual de modo incisivo y profundo, con rigor académico. Ella era muy joven cuando asistía yo a sus clases de Filosofía en la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) durante los sombríos años del balaguerismoMIGUEL COLLADO

Emelda Ramos (1948-). Al referirse a su obra De oro, botijas y amor (1998, cuentos), el connotado escritor Marcio Veloz Maggiolo señala que Emelda Ramos es una escritora que en vez de adornar la leyenda, la recrea; que en vez de transcribir el dato, lo hace nuevo. Las leyendas, narraciones de aparecidos, figuras míticas, sombras del pasado envueltas en la bruma de tiempos inmemoriales marcan las páginas de estos relatos en los que Emelda ramos, con prosa llena de sugerencias, transforma los mismos en poesía. MARCIO VELOZ MAGGIOLO

Primera línea: Sherezada (Chiqui) Vicioso, Josefina de la Cruz, Julia Álvarez y Soledad Álvarez. Segunda línea: Dinorah Coronado, Pura Emeterio Rondón, Ángela Hernández y Carmen Imbert. Brugal. Tercera línea: Mélida García, Sabrina Román, Miriam Ventura y Martha Rivera. Cuarta línea: Carmen Sánchez, Teonilda Madera, Aurora Arias y Emilia Pereyra. Quinta: Yrene Santos, Marianela Medrano e Ylonka Nacidit Perdomo.

Sherezada (Chiqui) Vicioso (1948-). Líder de la primera oleada de mujeres escritoras pertenecientes a la Promoción literaria 80 al fundar el Círculo de Mujeres Poetas en 1983. Chiqui no ha cesado de dictar conferencias y charlas dedicadas al estudio crítico de la literatura nacional y latinoamericana, amén de sus incursiones en las letras europea, norteamericana y africana. Su encomiable trabajo de promoción cultural la ha llevado a traducir poemas y ensayos de escritoras desconocidas u olvidadas, sacando de la clandestinidad involuntaria o el ostracismo literario a valiosas representantes de la literatura occidental. JOSÉ ALCÁNTARA ALMÁNZAR

Josefina de la Cruz (1949-). El mundo de la poesía de Josefina de la Cruz testimonia lo que se desgasta, lo que transcurre, lo que se deteriora, y en este mundo hay una presencia de la muerte, de la angustia, de la soledadALBERTO BAEZA FLORES

Julia Álvarez (1950-). Me llama la atención en los textos de Álvarez su habilidad para enunciar sentencias graves en un tono de voz apenas audible, la tendencia a emitir estridencias dentro del alcance del murmulloSILVIO TORRES-SAILLANT

Soledad Álvarez (1950-). Esta poeta es una mirada de fuego, una interrogante de tiempo, una envoltura de efervescencias. El caudal de su palabra es un volcán que arrastra todo a su paso después de su erupción, que no deja en el olvido ninguna querencia oculta, ninguna angustia redimida, ninguna duda escapadaJOSÉ RAFAEL LANTIGUA

Dinorah Coronado (1952-).  Dinorah Coronado no pierde su identidad, sino que la resuelve en la ficción tamizando sus historias con canciones, dichos, modismos, etc., los cuales permiten mantener la filosofía de un idioma y de una cultura vivaWALTER VENTOSILLA, peruano 

►Pura Emeterio Rondón (1952-2017). Investigadora acuciosa y constante. Importantes fueron sus aportes a las letras dominicanas, registrados en sus valiosas publicaciones. Con su partida física se produce un profundo vacío en la literatura dominicana, específicamente en el ámbito de la crítica literaria. Pero nos deja su obra intelectual como legado de indudable valor, igual que su ejemplo de extraordinario ser humano. MIGUEL COLLADO

Ángela Hernández (1954-). Ángela Hernández es una auténtica vocación […] en ascenso; una presencia literaria que por sí misma se sostiene; esto es, Ángela Hernández se ha constituido, en lo que respecta al ámbito literario, en una realidad. JOSÉ ENRIQUE GARCÍA

Carmen Imbert Brugal (1955-). En 1993, al comentar su libro de relatos Infidencias (1986), hicimos el siguiente pronóstico literario con respecto a Carmen Imbert Brugal: «A nuestro juicio, hay en ella posibilidades para trabajar con éxito el texto narrativo de largo aliento, género en el que muy pocas escritoras dominicanas han logrado descollar».(10) Y así ha sido: actualmente es ella una de las novelistas dominicanas de mayor prestigio. MIGUEL COLLADO

Mélida García (1956-2005). A Mélida le gusta la novela reflexiva; no se deja engatusar por la acción o el ambiente, tentación que a otros narradores  puede satisfacer; prefiere la acción interior, llena de aparentes contrasentidos, incongruencias o paradojas y la reflexión sobre el propio proceso creativo, sobre la misteriosa relación entre los personajes y el autor que los crea. CARLOS FERNÁNDEZ ROCHA
Cubano

Sabrina Román (1956-). No creo que haya en toda la poesía dominicana una voz tan hondamente dolorida como suya. Ninguna otra mujer pensó tan alto ni cantó con tanta tristeza. Su dolor personal, nacido en su existencia sorprendida por el azar insondable, le hace amar cuanto encuentra en su contorno. Su dolor íntimo no la coloca, sin embargo, dándole la espalda a la vida de los otros. ANTONIO FERNÁNDEZ SPENCER

Miriam Ventura (1957-). Miriam Ventura refleja en su producción varias etapas. En la primera, matizada de fuerte lirismo y carga erótica, domina el ánimo de reafirmación de la subjetividad femenina. […] La segunda fase en su trayectoria poética hay que ubicarla en la paulatina importancia que adquieren para su obra las ambivalencias propias del exilio, tema que suele abordar con marcado acento irónicoNÉSTOR E. RODRÍGUEZ

Martha Rivera (1960-). Martha Rivera es ante todo una pasión que se dice y escribe como mujer en el mundo. Por eso encuentra naturalmente su cauce en un tipo de poesía que parece volcarse por completo hacia una resignificación del universo coloquial en la que el tú equivale a una prolongación del Yo, y el Yo postula a convertirse, como en Whitman, en un resumen del cosmos. Sus poemas nacen, pues, de esa amalgama alquímica entre palabra, narciso y mundo: por eso es cambiante y flamígera, como los buenos espejismos. MANUEL GARCÍA CARTAGENA

Carmen Sánchez (1960-). Carmen Sánchez escribe poesía de una modernidad impresionante. Sus versos son modernos en la forma y en el fondo. Es como si sus versos no estuvieran hechos con palabras sino con resplandores o como si en vez de versos compuestos con sonidos fueran espadas de luz que penetran con señorío dominante en los dominios más íntimos de las ideas y de la sensibilidad de quien los lee. JUAN BOSCH

Teonilda Madera (1961-). Teonilda Madera, como profesional de la palabra, acaso sin querer, se acerca a la lo que he llamado «poética de la fábula» del colombiano Giovanni Quessep, poeta de los sueños. Mientras Quessep construye su universo poético apoyado en la fábula y en los sueños, Madera lo hace al estilo «minuet» musical dentro de su obra. El sueño en «Un camino carmesí» es igual a «soñar despierto», «desear lo esperado»”, «creer en la utopía». […] Con »Un camino carmesí» se constituye en una autora fundamental de la diáspora dominicana en los Estados Unidos de Norteamérica. FAUSTO LEONARDO HENRÍQUEZ

Aurora Arias (1962-). Aurora Arias escribe sobre la ciudad. Los cuentos de «Emoticons» (2007), el libro más reciente de la escritora dominicana, son relatos fundamentalmente urbanos, narrativas que se nutren de la miseria, el caos, la violencia y el humor negro de la vida en un Santo Domingo que lucha con el peso de la historia a la vez que va incorporándose al mundo globalizado. […] «Emoticons» refleja la mirada crítica que Arias ha mantenido enfocada en las particularidades de la vida dominicana desde hace veinte años. Sus dos primeras colecciones de cuentos, «Invi’s Paradise» (1998) y «Fin de mundo» (2000). EMILY A. MAGUIRE, Northwestern University, Illinois, EE.UU.

Emilia Pereyra (1963-). Su obra refleja la fina intuición que la distingue y la honda capacidad de observación de la idiosincrasia cultural dominicana. Su narrativa revela que sabe perfilar y valorar lo que nos define y conforma. Prevalida de una sensibilidad empática, poseedora de un fecundo talento narrativo y dueña de una voz original, recrea con esmerado estilo, a través de escenas y caracterizaciones ejemplares, los hallazgos de su fina intuición trasvasados al tramado de sus cuentos, relatos y novelas mediante los cuales ausculta el interior de sus criaturas imaginarias y perfila el sentido de tramas y anécdotas en una fresca visión novelística. BRUNO ROSARIO CANDELIER

Yrene Santos (1963-). Yrene Santos da un tratamiento directo, intenso, abierto, a lo sexual, y hay, a partir de [ella] una actitud de apertura y de identificación. Ella abre su pecho sensitivo y anhelante, y se expresa como siente y como quiere, libre de inhibiciones y ataduras. Y se identifica como alguien que vibra ante la presencia del sexo, ante la apelación erotizada del amor. BRUNO ROSARIO CANDELIER

Marianela Medrano (1964-). Quien haya seguido la trayectoria poética de Marianela Medrano desde los años 80 en Santo Domingo, cuando era unas de las participantes de los grupos de mujeres poetas que dieron fuerza y solidez a la presencia de la mujer en la reciente literatura dominicana, sabe que después de trasplantada al este de los Estados Unidos, su expresión ha evolucionado y ha empezado a romper con una tradición: la de ocultar la propia condición femenina. ESTER GIMBERNAT GONZÁLEZ, puertorriqueña

Ylonka Nacidit Perdomo (1967-). Resulta gratificante encontrarse con Ylonka Nacidit Perdomo. Acercarnos a su voz, leer sus textos ajenos a todo ese valladar teórico, innovador, limpio. Se trata de una de las exponentes del nuevo orden poético nacionalTONY RAFUL

FINALMENTE: LA PROMESA EDITORIAL DE UN BIBLIÓGRAFO

El volumen Ensayos críticos sobre escritoras dominicanas del siglo XX es el primero de una serie de trabajos de compilación similares, cuyo objetivo fundamental es el de valorizar a las creadoras dominicanas a través de la historia literaria de la República Dominicana. Llevamos décadas fijando nuestra mirada en ello. Pronto verá la luz pública un segundo volumen: Ensayos críticos sobre escritoras dominicanas del siglo XIX (1801-1900), selección en la que, sin posibilidad de duda, la figura estelar será la eximia poetisa y ejemplar educadora Salomé Ureña de Henríquez.

Tanto las creadoras surgidas en la última década del siglo XX como las que han entrado al mundo de las letras en lo que va del siglo XXI, de igual manera serán objeto de estudio en un tercer volumen: Más ensayos críticos sobre escritoras dominicanas (siglos XX-XXI). Entre otras escritoras cuyas obras merecen atención, en este volumen compilaremos estudios sobre Aurora Tavárez Belliard, Edna Garrido de Boggs, Amada Nivar de Pittaluga, Rosa Smester, Eurídice Canaán, Margarita Vallejo de Paredes, Rhina P. Espaillat, Claribel Díaz, Jenny Montero, Rita  Indiana Hernández, Yvelisse Fanith, Sally Rodríguez, Ofelia Berrido, Farah Hallal, Nelly Rosario, Angie Cruz, Osiris Mosquea, Marisol Espaillat, Aralís Rodríguez y Rosalinna Benjamín.

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(1) Marcelino Menéndez Pelayo. Historia de la poesía Hispano-Americana. Madrid: Academia Española, 1911-1913. Tomo I. Basándose en el testimonio      documental del español Eugenio de Salazar ―quien fue Oidor de Santo Domingo de 1573 a 1580―, Menéndez Pelayo se refiere a Leonor de Ovando así: «[Salazar] nos hace conocer varias composiciones de la ingeniosa poeta y muy religiosa y observante D.ª Leonor Regina de La Española, de quien se declara muy devoto y servidor, y a quien dedica cinco sonetos en fiestas de Navidad, Pascua de Reyes, Pascua de Resurrección.» Citamos algunos versos de uno de los sonetos salvados por Salazar y difundidos por Menéndez Pelayo:

Pecho que tal concepto ha producido,
La lengua que lo ha manifestado,
La mano que escribió, me han declarado
Que el dedo divinal os ha movido.
¿Cómo pudiera un hombre no encendido
En el divino fuego, ni abrasado,
Hacer aquel soneto celebrado
Digno de ser en almas esculpido?
Al tiempo que lo ví, quedé admirada,
Pensando si era cosa por ventura
En el sacro collegio fabricada:
La pura sanctidad allí encerrada,
El emphasis, primor de la scriptura,
Me hizo pensar cosa no pensada.

(2) Emilio Rodríguez Demorizi. Poesía popular dominicana [1938]. Santiago de los Caballeros: Universidad Católica Madre y Maestra (hoy Pontificia), 1973. Esta antología, la primera en su género en las letras dominicanas, recoge piezas poéticas populares (décimas, glosas, etc.) de poetas nacidos en la Isla entre el siglo XVI y principios del siglo XX, incluyendo, además de las dos creadoras citadas, a los poetas populares Luis José Peguero, Meso Mónica y Juan Antonio Alix. También a clásicos de la lírica dominicana no exactamente populares: Manuel María Valencia, Nicolás Ureña de Mendoza y Félix María del Monte.

(3) Salomé Ureña de Henríquez. Poesías de Sa­lomé Ureña de Henríquez (Santo Domingo: Sociedad Literaria Amigos del País, 1880, XV-214 p.). Tiene prólogo de Mons. Fernando Arturo de Meriño y una biografía de la autora escrita por José Lamarche.

(4) Virgínea Elena Ortea. Risas y lágrimas. Santo Domingo: La Cuna de América, 1901.

(5) Amelia Francasci. Madre culpable: novela orijinal. Santo Domingo: Imprenta de García Hermanos, 1893.

(6) Bruno Rosario Candelier. Coloquio literario (Santo Domingo: Banco de Reservas de la Rep. Dom., 2000), p. 305.

(7) Miguel Collado y Rafael García Romero, compiladores. Ensayos críticos de escritoras dominicanas. Santo Domingo: Centro Dominicano de Investigaciones Bibliográficas (CEDIBIL), 2002. 596 p. (Colección «Calímaco»; Vol. XIV. Serie «Antologías y Compilaciones»; No. 1). ISBN: 99934-75-02-5.

(8) Daisy Cocco De Fillipis y Franklin Gutiérrez. Literatura dominicana en los Estados Unidos: Presencia temprana 1900-1950. Santo Domingo: Editora Búho, 2001.

(9) Franklin Gutiérrez. Evas terrenales: Biobibliografías de 150 autoras dominicanas (Santo Domingo: Comisión Permanente de la Feria del Libro, 2000), p. 20.

(10) Miguel Collado. Apuntes bibliográficos sobre la literatura dominicana. Santo Domingo: Biblioteca Nacional, 1993. P. 100.

*Fallecidas.