Cabo Verde no es un cabo ni es verde. Es un archipiélago de 10 islas de color marrón que parecen un trozo del Sahara varado en medio del océano, frente a las costas de Senegal. Cabo Verde es la sonrisa de África. Un país acogedor, de buena gente y seguro para quienes busquen una primera inmersión viajera en esa dura y atrayente realidad que es África.

Cabo Verde es un país pobre. Hay más caboverdianos fuera (500.000) que dentro (400.000). Y los de dentro tratan de vivir con la misma ostentación que los de fuera: camisetas de futbol de equipos europeos, teléfonos móviles, Mercedes de segunda mano por doquier…. Todo está cambiando a marchas forzadas en Cabo Verde.

Trataron de venderlo como un destino exótico de playas y lujosos resort, más barato que el Caribe. Pero se equivocaron. En Cabo Verde hay bonitos arenales pero no es un lugar de playas paradisíacas ni resort de lujo. Si vas buscando eso, este no es tu sitio.

Sin embargo, es un gran destino humano, para quienes quieran conocer una parte del África insular que suena a Morna (la de Cesária Évora), que habla en criollo y donde todo está hecho a base de mestizaje.

Cabo Verde son los cuerpos esculturales de los mulatos y las mulatas. Y los bailes tradicionales: la Morna: que es pura melancolía, no es para bailar, es para deleitarse. Más marchosos están el funaná y la coladeira, que son música para bailar apretaditos.

Parada obligada suele ser la isla de Sal, porque allí están la mayoría de los resort y hay aeropuerto internacional.

Sal tiene poco de isla verde y exuberante: es un trozo de desierto. A algunos puede  defraudarles, pero es un lugar encantador, con unos pocos hotelitos sencillos y confortables y una ciudad: Santa María, de casas de una sola planta pintadas de colores chillones (rosas, rojos, verdes, amarillos) quizás para compensar el monocromo color a tierra de la isla. En Sal hace un viento del carajo: por eso está lleno de surferos. 

Otra isla es Sao Vicente, cuya capital es Mindelo: la ciudad de la marcha, el ambiente y las discotecas.

O a las islas volcánicas de Santo Antao y Isla do Fogo: dos conos negros con muestras de vulcanismo reciente. Ideales para hacer senderismo y con más zonas verdes que las otras.

Vayas a la isla que vayas, habrá una palabra que aprendas nada más llegar: «morabeza«. La belleza interior, la paz espiritual, la alegría de vivir. Pues Cabo Verde es eso: Pura morabeza!!

Fuente: El País