¿Cómo avanzar para que la educación que reciben nuestros niños, niñas y adolescentes sea de calidad y asegure la inclusión?

Repensar la educación en el contexto del coronavirus es repensar nuestra forma de vida, la manera de entender la historia e incluso los procesos que acontecen en ella. Ciertamente estamos viviendo una crisis que nunca imaginamos, de ahí que tenemos que meditar en lo que hacíamos, cómo lo hacíamos y para qué sirve todo eso.

El hecho educativo no es la excepción; tiene que ser repensado.

La calidad educativa y la inclusión son dos partes de una misma moneda y, hasta la presente crisis, dicha calidad estaba referida al aula, al centro escolar y a un profesor o una profesora que desarrollaba unos temas a partir de un curriculum que no siempre guardaba relación con la vida y las situaciones reales del estudiantado.

Primero, necesitamos reinventarnos en lo que entendemos que es la calidad educativa. Por otro lado, la inclusión tendrá que ver con las respuestas que demos de manera acertada o no, a la presente crisis.

Ha sido muy loable el esfuerzo que han hecho los y las docentes por reinventarse en esta situación, pero este esfuerzo necesita estar relacionado a propuestas sociales y educativas que nos lleven a plantear nuevos horizontes y que tengan en cuenta las condiciones sociales y educativas de la población mayoritaria del país (la que no tiene acceso a una serie de privilegios y oportunidades).

Es clave evitar a toda costa que la prisa por salir de esta situación, nos haga olvidar esta realidad que ha quedado al descubierto y que está atravesada por la injusticia y la desigualdad.

Al hablar de problemas concretos que inciden en la calidad y la inclusión en el momento actual, podemos enumerar:

  • interrupción del aprendizaje en la escuela
  • falta de servicios que se ofrecen, tales como el deporte, arte y pastorales, entre otros
  • alimentación
  • falta de preparación en la mayor parte de las familias para la educación virtual
  • falta de condiciones adecuadas de la mayor parte de los hogares del estudiantado dominicano para permanecer en ellos

Es obvio que la ausencia de tecnología y la falta de conectividad para lograr el acceso a las plataformas de aprendizaje digital ha provocado un abandono en el sistema escolar y universitario muy grande.

Ante tales situaciones, las respuestas han sido diversas y desde el mismo Ministerio de Educación algunas han sido insuficientes. Principalmente porque no se ha roto el círculo de inequidad e injusticia que ha revelado esta crisis y, por el contrario, se ha puesto al descubierto que la situación educativa es parte de un contexto social, económico y político al cual no podemos sustraernos.

El 21 de octubre fue lanzado un manifiesto educativo de la Red “Repensar la Educación” y nos decían que esa situación “supone ensanchar y profundizar la mirada de lo educativo para poner de manifiesto el desarrollo integral de la persona. La educación requiere un abordaje sistémico donde la justicia social y la equidad lleven a replantear los parámetros de calidad con que se evalúa. Implica, además, revisar las teorías y los datos desde una visión humanista y construir juntos alternativas creativas e innovadoras para el bien común y el bienestar de cada dominicano y dominicana” (cf. Repensar la Educación. Lanzamiento de la Red. Santo Domingo, 21 de octubre de 2020, Párrafo 4).

Toda esta situación que vivimos nos lleva a afirmar que la presente crisis es también un momento de repensar muchas situaciones, de evaluar caminos trillados, pero también de abrirnos a nuevas posibilidades.

¿Qué podríamos decir de cara al futuro y en la línea de la calidad y la inclusión en la educación? Debemos seguir afirmando y reconociendo “que la educación es un derecho humano intrínseco y un medio indispensable para realizar otros derechos humanos”, como se nos dice en el artículo 13 de la Aplicación del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, de las Naciones Unidas. Es decir, la educación, bajo cualquier forma o circunstancia, es un factor fundamental en el desarrollo de la persona, por lo que se hace necesario partir de esta situación y proponer algunas pistas para el futuro:

1.- Seguir afirmando el derecho a una educación de calidad y donde las clases más pobres no sean excluidas de este derecho. Esto implica seguir afirmando que la inclusión pasa por una serie de aspectos: el trato humano y respetuoso, aceptar la diversidad y la afirmación de la gratuidad escolar.

2.- El aseguramiento en esta crisis de la inversión en los medios educativos, que van más allá de la tecnología y que implican la atención a los y las docentes y su formación profesional.

3.- La atención a las familias y su articulación a los centros educativos, lo que conlleva a la contratación de un personal que haga este servicio (trabajadores sociales, psicólogos, psicólogas, etc) y, que de como resultado una buena relación de la escuela y la realidad familiar

4.- La atención a lo virtual, pero también no olvidar otras formas semipresenciales que lleguen a todos los sectores de la población y que nos ayuden a buscar fórmulas originales que atiendan a toda la población.

5.-La atención prioritaria a los y las docentes, para que aseguren un dominio de lo virtual y otras formas educativas con relación al alumnado.

6.- Contar con los distritos y regionales para cualquier plan educativo y que lleve a una descentralización del sistema educativo.

7.- Asegurar los procesos de veeduría social.

Sabemos que tenemos muchas cosas por delante, pero también sabemos que tenemos la fortaleza y la confianza en lo que realizamos, por lo que hay que seguir mirando el panorama con esperanza y reafirmando la validez de la dimensión ministerial del hecho educativo, que es y siempre ir más allá de la instrucción y del conocimiento.

Fuente: Pedro Francisco Acevedo Inoa

Pedro Acevedo (2)

Es parte de la Congregación de La Salle. Ha sido docente y directivo en varias de nuestras instituciones públicas y privadas en el país. Ha ocupado cargos en la Congregación De La Salle, para el área de las Antillas y de toda América Latina y Caribe. Ha trabajado en el área de la Vida Religiosa, como Secretario y miembro de la Junta Directiva de la Conferencia Dominicana de Religiosos y Religiosas (CONDOR) y la Confederación Latinoamericana de Religiosos y Religiosas (CLAR). Miembro del Consejo Nacional de Participación Ciudadana y Presidente del Centro Dominicano de Estudios de la Educación Dominicana (CEDEE), Coordinador del Foro Socioeducativo y Coordinador del Centro La Salle – Hno. Alfredo Morales. Participó de los programas barriales del Barrio Simón Bolívar de la Ciudad Capital.