Iniciamos el Adviento con el llamado de Jesús a dos pares de hermanos para ser sus Santos Apóstoles.
Los primeros dos, los hijos de Jonás, con el mayor a la cabeza, Andrés, seguido de Simón, la Piedra sobre la cual se edificará la Iglesia.
Luego llama el Señor a los hijos del Trueno o Boargenes, primero a Santiago el Mayor y a Juan, convirtiendo a todos ellos en Pescadores de hombres.
Un largo y difícil aprendizaje espera a estos hombres que abandonaron las redes, oficio de sus familias desde generaciones antiguas.
El precio a pagar por dejarlo todo y seguir a Jesús será la crucifixión, morir a espada o sufrir la tortura cada uno de ellos respectivamente.
Más sus luchas, equivocaciones y sacrificio permitiran la gloriosa venida de Nuestro Señor Jesucristo a la humanidad.
Se nos ha dado en la historia un plazo de tiempo para hacer nuestro la respuesta y el proceso de ellos hermanos de arduo afán misionero a semejanza nuestra en los oficios y labores comunes y rutinarias que realizamos cada día.
¿Entregaremos al Pescador de almas al final de nuestros días: una pesca mejor o estarán esas redes que ha puesto en nuestras manos vacias?
!De ninguna manera!
En bien de todos, seamos los mejores en nuestro ramo para dar gloria a Dios y alimentar a tantos y tantos hambrientos de pescado y Pan del Cielo.
Vamos bendecir sus coronas de Adviento:
Oremos. La tierra, Señor, se alegra en estos días, y tu Iglesia desborda de gozo ante tu Hijo, el Señor, que se avecina como luz esplendorosa, para iluminar a los que yacemos en las tinieblas de la ignorancia, del dolor y del pecado. Lleno de esperanza en su venida, tu pueblo ha preparado esta corona con ramos del bosque y la ha adornado con luces. Ahora, pues, que vamos a empezar el tiempo de preparación para la venida de tu Hijo, te pedimos, Señor, que, mientras se acrecienta cada día el esplendor de esta corona, con nuevas luces, a nosotros nos ilumines con el esplendor de aquel que, por ser la luz del mundo, iluminará todas las oscuridades. Él que vive y reina por los siglos de los siglos.” (Bendicional 1240).
Todos responden Amén . Posteriormente se enciende el primer cirio de la corona.
(Bendicional Romano #1241)

