Hemos acudido a la Santa Misa en Domingo para pedirle a Jesús Eucaristía aumento de fe. Necesitamos de una fe que mueva montañas. No una fe ciega, sino de la confianza que nos impulsa a seguir avanzando por el camino que nos lleva a cumplir con nuestros deberes y responsabilidades con los nuestros, con la Iglesia y con la sociedad.

Nuestra existencia consiste en hacer lo que nos compete desde la noción del servicio para con los demás. La Fe Católica no es búsqueda de milagros, curaciones y sucesos que no demanden de nuestro mayor esfuerzo, empleo de nuestras mejores energías y con todo el interés de nuestra parte.

Tener fe es combatir los extremos del desinterés o la dejadez y del hacer las cosas solamente pensando en el beneficio que se puede obtener.

Los verdaderos servidores son los que asumen con corazón generoso y disposición, por el bien de los demás, las tareas de competen a su oficio diario, y una vez termina su jornada laboral, se ocupan de su hogar y de lo que ha acontecido con los suyos.

Ser humildes es reconocerse un pobre servidor. Buscar cultivar la esperanza en medio de los sufrimientos, las renuncias, las desgracias, las carencias, las perdidas y las enfermedades.

No conformarse, sino el querer mejorar. Vale la pena seguir creyendo. Abandonemos la rebeldía que nos domina cuando acontecen hechos que nos desagradan.

Es poco saludable el buscar a un Dios que se acomode a nuestros gustos y sea manipulado por nuestra voluntad. La Iglesia, Comunidad de pobres sirvientes, dista mucho de eso.

Pidamos la gracia de aquilatar la fortaleza que requiere el servicio cristiano. Los débiles no pueden con las dificultades y sufrimientos que implican la entrega al Reino de Dios. Nos esperan desafíos mayores, caminos ásperos que recorrer. Periodos dificiles que afrontar y superar. Si quieres servir al Señor prepara tu alma para la prueba. Y entonces, con perseverancia, arrepentimiento por las equivocaciones y entregar su ocurrirán los pequeños milagros, esos ocurrieron en el Hogar de Nazaret.