Siempre aprendices del Señor, nuevos lugares en que servir, personas con las que lidiar y experiencias desafiantes que afrontar. Cero instalaciones. Sin repeticiones rutinarias carentes de alma y rechazando en ellas todo carácter de búsqueda de favores. Para nosotros los cristianos el sentido de nuestra existencia se encuentra y se sigue por medio a la Cruz. Podemos decir y asumir tantas cosas de Jesús. Pero la única manera de encontrarlo es como Crucificado. Comulgar es unir todas nuestras realidades a las del Señor del Calvario. De lo contrario estamos cercados por una falacia.

La Cruz es la prueba de su amor divino. Podremos afrontar las calumnias, las ingratitudes, la infidelidades y la traiciones de los demás como lo hizo Jesús. Reconozcamos todas las veces que hemos actuado de estas maneras en contra de los demás. También tu y yo hemos Crucificado al Hijo Divino de la Inmaculada Virgen María.

Venimos a la Santa Misa a asumir las cruces de la vida: las inclemencias del climas, la violencia, injusticia y desorden social, lo inhumano de todo trabajo, las crisis psicológicas y los achaques físicos de cada edad, nuestros cambios bruscos de humor, decisiones desacertadas, las enfermedades inevetibles a corto y permanente plazo.

Ser discípulos de Jesús, el Maestro, es hacer una opción, asumir o rechazar las exigencias de nuestro Bautismo. La fe católica no es selectiva, no es un Spa, no es un práctica ritualistica que se concretiza en la realización de intereses particulares, mientras los demás sufren todo tipo de carencias.

Optar por Cristo es optar por el proyecto de su Cuerpo Místico, la Iglesia, de OBEDIENCIA a los mandamientos de Dios, de CASTIDAD a favor del matrimonio y la familia, y de generosidad heroica, la llamada POBREZA evangelica.

Y, ¿Por qué vivir esto?… Porque todos queremos ir al Reino de los Cielos, y que los nuestros no se queden.