Los hijos de la luz valoran en extremo el ser generosos con los pobres y cultivan la verdadera limosna cristiana. El culto al dinero, al lujo y al disfrute es idolatría. Y por tanto, un día terminará para siempre. Se quedarán con las manos vacías quienes lo practican.
Se nos exige hoy día un giro radical a la bondad, a la misericordia y a levantar las cargas pesadas que está económica inhumana y anticristiana impone a los más desfavorecidos.
Dar el paso de ser administradores fraudulentos a trabajadores honestos, abnegados y generosos.
La religión no es un medio para obtener clientes, vender propiedades, hacer negocios, ganar influencias y escalar puestos. Mientras más humilde fue nuestro origen, más sencillos y sobrios será el estilo de vida. Mientras mayor bonanza, atenciones y privilegios se tuvieron desde la cuna hasta su adultez han de anonadarse tal como lo hizo Cristo Jesús y su Sagrada Familia hasta tomar la condición de sirvientes de los demás y hacer del anonimato de la oración verdadera su mayor riqueza.
Es la hora de servir a un solo Señor. La advertencia de los que han pasado por perderlo todo es que los que sirven a dos señores terminan por quedarse sin nada.
La vida plena está hecha de pequeñas obras, no de majestuosas edificaciones vacias y huecas que se van agrietando.
Hacer lo que va conforme a los valores del Reino de Dios es superior al proceder corrupto para ganar favores de este administrador del rey. Gran desafío tenemos en superar y desechar en nuestro proceder sus artimañas, sus manipulaciones y aprovechamiento de las circunstancias, en especial, la práctica de condonar las deudas o los servicios espirituales.
Perdonar a los que nos deben nos dará libertad y tesoros en el cielo.
Perdonar para
ser perdonados por el Rey.