La gran cuestión de la atención a los pobres, presente en todas partes de la Sagrada Escritura y olvidada por los predicadores actuales.

La Parábola propia del Evangelio de San Lucas del Opulento y el miserable moribundo Lázaro nos indica que dedicarse al dinero resulta en quedarse al final de la vida sin nada.

El mendigo hambriento y humillado Lázaro irá al seno de Abrahán y allí encontrará consuelo.

El rico irá con los suyos que no rompieron en favor de los pobres con su estilo de vida opulento al lugar de las llamas, la desesperación y la angustia eterna.

La celebración de la Eucaristía nos llama a fijar la mirada en ese desechó de hombre rechazado por todos, a quien los perros lamian las carnes de sus llagas abiertas al no encontrar medicina ni médicos para curar su enfermedad. Allí, en se hombre olvidado y desposeído de todo por todos está Cristo y su cruel Pasión. El Padre Celestial lo resucitó, y así hará con todos los que se dediquen al servicio de los más necesitados.

¿Qué suerte escogerás: la del rico epulón y su familia en el infierno, o la de los hijos de Dios que auxilian con el sacrificio de sus bienes honestos a los más golpeados y sufridos por este mundo apartado de Dios y su Evangelio?