En Indonesia, a la gente no suelen gustarle los perros.

En Indonesia, el país con la mayor población musulmana del mundo, la clase media está creciendo rápidamente. Este crecimiento está dando lugar a un curioso fenómeno: el surgimiento de los llamados indonesios «locamente millonarios», como explica desde la capital, Yakarta, la periodista de la BBC Rebecca Henschke.

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La colorida invitación pegada en la puerta de nuestra nevera decía que el tema de la fiesta eran los perros. «Qué tierno», pensé. Y qué diferente.

Tradicionalmente, a la gente en este país no le gustan los perros ni los cuidan demasiado.

Pero esa no era la única sorpresa. Para celebrar que su niña cumplía 6 años, la familia había transformado un terreno en Menteng (la zona más cara de Yakarta) en un parque por el día.

Exravangancias

Guardias de seguridad nos escoltaron en lo que sería la entrada a otro mundo. El suelo estaba cubierto de césped de verdad, algo extremadamente raro en esta jungla de cemento.

Había también árboles y un circuito de obstáculos para perros.

En una esquina, un peluquero les daba baños y masajes a estos animales, traídos especialmente para el evento.

En otra, había una marquesina con aire acondicionado donde los padres bebían café helado recién hecho, y, más tarde, vino.

Los elevados impuestos al alcohol hacen que el vino sea muy caro aquí.

El «parque» estaba decorado con globos en forma de perro.

La fiesta tuvo lugar en octubre, justo cuando yo regresaba de trabajar en Palu, en la isla de Sulawesi, azotada recientemente por un terremoto y tsunami.

El contraste me resultaba extrañísimo, surrealista.

Ilustración de una fiesta de cumpleaños
Las fiestas de cumpleaños extravagantes no son una rareza entre la clase media alta de Indonesia.

«¿Y ahora qué viene?», le susurré a la madre de uno de los invitados. «¿Cómo será entonces la fiesta de los 18?».

«Esto no es lo que piden los niños. Esto es para los padres», me dijo.

El suvenir que me dieron cuando me fui era tres veces del tamaño del regalo que había llevado.

Contrastes

No sé por qué todavía me sorprendo. Esta clase de fiestas se han vuelto la norma entre los niños de clase alta indonesia con los que ahora mis hijos van a la escuela.

Una familia contrató a una compañía de cine para reeditar el éxito de Hollywood «Escuadrón suicida», y poner a la cumpleañera como un personaje en las escenas más importantes.

Tsunami y terremoto en Indonesia
Henschke fue a la fiesta de cumpleaños justo después de un viaje donde había estado reportando la situación en Palu, la ciudad en Sulawesi azotada por un terremoto y tsunami. El contraste no podría haber sido mayor.

Los niños vieron la película en una pantalla de cine en la sala de fiestas de un hotel de lujo.

En esa ocasión, yo regresaba de un viaje de trabajo en una remota provincia de Papúa, donde cubría la crisis de salud infantil: niños esmirriados de cerca de dos años se estaban muriendo por una epidemia de sarampión.

Cuando se estrenó la película «Asiáticos locamente millonarios» en septiembre, muchos empezaron a tuitear historias de «indonesios locamente millonarios», sobre todo de los que vivían en Surabaya, la segunda ciudad más grande del país.

La etiqueta #crazyrichsurabayans (surabayanos locamente millonarios) se volvió tendencia en las redes sociales, después de que una maestra de una escuela de élite compartiera anécdotas sobre la familia de uno de sus alumnos.

Recientemente, durante la lujosa boda de una pareja de Surabaya, se hizo un sorteo entre los invitados. El premio: un auto deportivo Jaguar.

Ostentación

Muchos miembros de la creciente clase media alta en Indonesia -concentrada en el oeste del país- tienen una cantidad de dinero con la que sus padres jamás habrían soñado, y la mayoría cree que es normal, incluso fundamental, hacer alarde de sus riquezas.

Tras una reducción masiva del índice de pobreza en el país en las últimas dos décadas, uno de cada cinco indonesios ahora pertenece a la clase media.

Indonesia está experimentando un auge de las materias primas. Está explotando sus vastos recursos naturales incluyendo la tala de sus bosques, la extracción de aceite de palma, carbón, oro y cobre.

Centro comercial de Yakarta
Los hijos de Salilmun trabajan en fábricas produciendo bienes que se venden en los gigantescos centros comerciales de Yakarta.

Esto, combinado con un agresivo gasto interno, impuestos bajos y el hecho de que no se respeten demasiado las leyes laborales, hace que los que saben cómo jugar dentro del sistema puedan obtener grandes ganancias.

La basura de unos…

Salimun es uno de los muchos que no entienden el sistema, pero que han logrado, de alguna manera, brindarle un futuro a sus hijos muy diferente al suyo.

Él es barrendero. Le pagan el salario mínimo de US$254 al mes para recoger la basura de las casas ricas de Menteng (montañas de plástico gigantes frente mansiones de estilo greco-romano, testigo del consumismo descontrolado).

Salimun arrastra su carro que se armó con maderas que otros descartaron. Es el hombre más fuerte que haya visto.

Mis hijos lo llaman Superman. Él saca de la basura aquellas cosas que cree que pueden tener valor, las ordena y luego las vende.

Vive en una habitación detrás de nuestra casa. Vino con ella. Estaba allí cuando vinimos a ver la propiedad con vistas a alquilarla, y nos preguntó si se podía quedar.

Me alegra que, después de debatirlo, hayamos decidido que sí. Él es como un tío para nuestros hijos.

Es un campesino de alma que transformó nuestra piscina en un estanque para peces, y el jardín en una plantación de bananas.

Salimun
Salimun recoge la basura que desechan los ricos. Con la plata que obtiene de su venta, logró educar a sus hijos.

Cuando limpié mi armario y saqué para regalar unas botas de tacón que ya no usaba, él las tomó y se las puso. Les quitó los tacones y estaba feliz con ellas.

Todo lo que gana se lo envía a su familia en un pueblo de Java central, a donde va a verlos una vez al año.

El dinero que gana aprovechando la basura de los ricos ha permitido que sus hijos puedan terminar la escuela secundaria y ahora tengan un trabajo en una fábrica, donde hacen productos destinados a los gigantescos centros comerciales de Yakarta.

«¿Qué es un iPad?», me preguntó un día. «Mi hijo me dijo que necesitaba uno. ¿Cómo funciona?» Lo convencí de que no lo comprase y le sugerí alternativas más económicas.

Su hija vino a quedarse unos días. Parecía muy interesada en su celular.

Puede que Salimun no sea «locamente millonario», pero la próxima generación ya ha abrazado el consumo.

Fuente: BBC Mundo