Algunos años atrás en la República Dominicana se promovió la idea de que algunas de las estadísticas que trabaja el Banco Central, como las cuentas nacionales, el índice de precios, entre otras, pasaran a la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE). En aquella ocasión los defensores del traslado argumentaron que el referido banco no debe ser juez y parte, posición que le hizo ganar adeptos, sin antes demostrarse que estaba en capacidad para asumir nuevos compromisos en el manejo y procesamiento de la información.

Como el que escribe la presente opinión estuvo entre los que defendieron que el Banco Central continuara realizando la labor de llevar las estadísticas económicas, monetarias, cambiarias, financieras, del empleo, etc., hoy nueva vez al concebir analizar el tema que ocupa la atención del título de este artículo, me convenzo aún más de lo desastroso que hubiera sido para el sistema estadístico nacional materializar la medida arriba mencionada.

Para que el lector tenga una idea de lo afirmado precedentemente, al tratar de examinar los datos sobre los hogares dominicanos, encontré que de siete variables publicadas que tiene el tema familias y hogares, ninguna está actualizada; las informaciones se remontan al 2010, que equivale a decir, casi nueve años de retraso en la divulgación, impidiendo de esa manera realizar ponderaciones basadas en datos recolectados y obligando al analista a acudir al ejercicio de las proyecciones o a la conjetura con débil sustento estadístico.

Le aseguro al lector, que lo dicho sobre la ONE respecto a los indicados datos, es solo una muestra, que la dilación en la publicación de la mayoría de las informaciones que deben suministrar o la ausencia de otros tipos de datos, alcanza ribetes olímpicos.

Animado en tratar el tema de la soledad, como un fenómeno social que aumenta el costo económico en una sociedad, ingresé al portal de la ONE sin éxito alguno, pues el dato básico y fundamental para abordar la problemática está en tener a mano la información desagregada sobre la cantidad de personas que residen sola en el país, también denominadas, hogares unipersonales.

Si bien es cierto que el fenómeno de la soledad social no tiene hoy día un método sofisticado para medirla -a no ser las aproximaciones que se han desarrollado para cuantificarla-, como déficit de relaciones sociales, reflejado en marginalidad, aislamiento y aburrimiento, lo cierto es, que un punto de partida para su examen son los hogares agrupados en los del tipo unipersonal, por ser un dato observable.

Conforme a los datos que ha publicado el Foro Económico Mundial del 2019, la soledad, junto al calentamiento global del planeta y las vulnerabilidades de la economía, son las tres grandes amenazas que enfrenta la economía mundial, este argumento llevó a que el tema de la soledad fuera parte de la agenda de la reunión en Davos, Suiza, a inicio del presente año.

Basado en los únicos dos datos correspondientes al 2002 y 2010 sobre los distintos tipos de hogares que existen en la República Dominicana, la cantidad de hogares unipersonales debe rondar el 6.2 % del total y medido en cantidad de personas serían unos 647 mil, un número que podría ser considerado muy bajo al compararlo con los que presentan otros países en el mundo. En muchas sociedades el nivel de soledad se sitúa entre un 14.0 % hasta un 60.0 % de la población total.

El dato sobre los hogares unipersonales muestra que de cada 100 que hay en el territorio nacional, en 6 solo reside una persona y aunque el desarrollo de la tecnología y su acceso permiten de alguna forma la integración por medio a la comunicación electrónica, paralelamente también podría profundizar su aislamiento.

Entre las razones que explican el bajo porcentaje de soledad en el país podrían mencionarse: a la alta población infantil y joven, comprendida entre los 0 a 24 años de edad que alcanza el 48.0 % del total, los factores culturales que prevalecen en la familia dominicana -en cuanto a que las personas aún alcanzado la mayoría de edad residen con sus padres- y, el bajo nivel de ingreso monetario de los trabajadores, que ronda el 60.0 % de la población ocupada, a los que sus ingresos no le alcanza para cubrir el costo de la canasta básica del quintil más pobre en el país.

Sin embargo, el bajo nivel de soledad que prevalece en dominicana, con el tiempo podría aumentar a causa del proceso de crecimiento urbanístico –propiciado por la concentración de obras públicas en las ciudades y mayores oportunidades de trabajo para la juventud en las zonas urbanas-, que hacen que en las distintas zonas rurales disminuya el número de sus habitantes; ocasionando el fenómeno dual de que mientras la población anciana tiende a quedarse sola en su lugar de origen, una parte de la migrante también vive en forma individual en las ciudades.

Una evidencia de lo afirmado en cuanto a los cambios importantes en la composición de la población, es que en la actualidad la población residente en las zonas urbanas en dominicana asciende a un 81.0 % y la rural a un 19.0 %; mientras que, en el 2000 era de un 61.0 % y un 39.0 %, respectivamente.

La composición de la soledad por sexo está distribuida de la siguiente manera, de acuerdo a nuestra estimación: un 67.0 % corresponde a hombres, pasando a liderarla; mientras que las mujeres representan el 33.0 % del total. La ausencia de una mayor desagregación del dato impide apreciar la soledad por tipología de edad, por nivel educativo, ocupación y desempleo.

A nivel del gasto familiar, en la soledad resulta mayor que vivir de manera compartida, pues el gasto en el hogar de tipo unipersonal no se produce economía de escala, al no poder reducir el costo unitario de la vivienda; mientras que, en la segunda modalidad, la economía de escala se alcanza al poder distribuir el costo por persona de conformidad a la cantidad que residan en el hogar.

Por el lado de la salud y conforme a estudios realizados, la soledad hace a las personas más proclive a padecer de hipertensión, obesidad y adicciones; por lo que tiene efectos sobre la calidad de vida, aumenta el riesgo de morir, al tiempo de disminuir la esperanza de vida.

Pese a la baja población que reside en la soledad en República Dominicana, de interés hubiera resultado indagar acerca de cuáles habrían sido las razones de vivir solo -obligación o elección-; así como cuál es su impacto a nivel de los costos en salud pública y privada y cuáles políticas públicas pueden concebirse a fin de que el fenómeno de la soledad no llegue a afectar a la sociedad dominicana, como le ha impactado a otras, la del Reino Unido, que creo el Ministerio de la Soledad para afrontar el problema.

En la República Dominicana el fenómeno de la soledad no constituye aún un desafío, pero su crecimiento podría ser indicativo que la sociedad transita desde hogares gregarios a hogares unipersonales o individuales, con las consecuencias negativas que se derivan en términos económicos y de salud.