Por el P. Manuel Antonio García Salcedo, (2015).

En la National Gallery de Londres, podemos contemplar dos obras del pintor William Turner que impresionan especialmente: «El temerario llevado al dique seco» (1839), imagen que os adjunto, y «Lluvia, vapor y velocidad» (1844)-. Partiendo de las transformaciones que comportan lo que entendemos por Modernidad, qué significado nos sugieren (en cierto modo metafórico) estas dos obras de Turner? Qué podríamos decir?

No conocía al pintor William Turner. Para saber quién era y su obra, consulté varios lugares. Me encontré con lugares muy interesantes y galerías en internet de sus obras que resaltan sus pinturas. Les comparto las cinco que mas me gustaron:

Las obras del pintor ingles, «El temerario llevado al dique seco» (1839), imagen que os adjunto, y «Lluvia, vapor y velocidad» (1844), sin lugar a dudas reflejan como el hombre se iba imponiendo en la época moderna sobre el “control” de los mares, las fuentes de energías para las maquinarias que la revolución industrial iba produciendo, la modernización de las mismas obras humanas, en la que el barco de vapor arrastra hasta la costa a la gran nave marina, que necesita un ayuda extra a su diseño anterior para llegar a su objetivo, las costa (en el Temerario), el espacio transformado por el demonio de hierro que echa humo y que atraviesa la tierra, el tren, descripción nada positiva que hacía del tren el papa Gregorio XVI, reflejando la pugna entre el pensamiento moderno, deudor de la ilustración y gesto del pensamiento liberal, y el pensamiento inmovilista y defensivo de una Iglesia occidental que estaba cada vez mas acorralada en sus instituciones y dominios temporales por la misma sociedad que le era adversa en sus estamentos gubernamentales absolutistas y contestatarios.

“Lluvia, vapor y velocidad” acentúa mas el color más árido, desértico, arenoso, entre el humo de la chimenea, del color negro del mismo hierro del tren y sus rieles. Veo más esperanza en la primera obra. El color azul del cielo y mar, que deja este ultimo entrever por el verduzco reflejo de la costa que se avecina. Esta costa se ve sobrepoblada, deteriorada tanto por el salitre que le afecta a sus construcciones tan cercana al mar, como por las estructuras propias del siglo XIX de una sobrepoblación de las ciudades, especialmente en las zonas cercanas a fabricas y puertos, cuyos protagonistas y afectados, por no decir acorralados son los obreros de los grandes comerciantes que utilizadaban estos medios de transportes y comunicaciones.

Los espíritu sensibles y que tenían medios para tomar distancia de esta situación podían plasmar el caos que se generaba de tanto avances técnico, industrial y la forma

de emplear, tanto a la mano de obra, a los recursos y las grandes maquinarias. Percibo como un reclamo, una necesidad de establecer un orden que existe detrás del humo, de la niebla, de las nubes y de lo que el hombre a alcanzado hasta ahora. Pero a la vez produce admiración y satisfacción de hasta donde se ha llegado con tanto avanzado, no solo en lo negativo, sino en lo positivo. Pero ante tanta ganancia, hay muchos perdedores.

Como se dice habitualmente, la Iglesia llego tarde ante el clamor de sectores de pensamiento, los sacerdotes y religiosas, seglares cercanos a esta situación, pero llego con aportes de mentes sensibles y que una vez pasado momentáneamente el vendaval de los ataques de muchos sectores a la Iglesia misma, se pronuncio sobre la situación obrera, las líneas diversas de pensamiento moderno, la importancia de Dios, el hombre mismo, la familia, el trabajo, la educación y la necesidad de este desarrollo técnico, pero que debe estar enmarcado en una ética de la justicia.

Veo estas dos obras, y las demás que he podido explorar, contemplar y analizar, que la obra de Turner es un llamado a tomar conciencia de una realidad de la cual nadie podía abstraerse. Había para sobrevivir que incluirse en este sistema que se impuso a todas las sociedades. Un mundo en expansión, de acercamiento. Un mundo de avances en todas las áreas del saber humano autónomo que se iba magnificando.

Las ciencias tenían mucho que decir desde entonces. Ya nadie las podía silenciar. Pero el resultado de sus experimentos y sus aplicaciones caen en manos que ven más el beneficio sectorial, que el bien común, que redunda en el bien y preservación de la misma naturaleza.

El problema es que la voz de la ética estaba silenciada. El mundo moderno estaba cansado de que los guardianes de los principios y valores de la humanidad fueran carceleros. El mismo Papa. El Beato Pio IX, que tenía en los inicios de su pontificado un espíritu abierto y simpatías hacia todo el desarrollo y pensamiento del mundo moderno, al verse exiliado tres veces, perseguido con intenciones de eliminarle físicamente incluso, y al verse despojado de un patrimonio que consideraban base temporal de un poder espiritual legitimo, tiene que condenar a un mundo que coloca en el lugar de Dios sus logros, progreso y avances estructurales.

Las luces de la razón, que nos deja maravillados por su capacidad de conocer, apropiarse y transformar la realidad, tiene otro lado, la oscuridad del sin sentido, el laberinto en que queda atrapada la ciencia cuando no tiene como arbitro el creador de la razón misma, a la luz eterna que ha entrado en la temporalidad, para juntos por igual, todos los hombres librarse de las oscuridades que le asedian.

En estas obras de arte hay un balance entre la alegría y la tristeza, que resultan bellos, apetecibles, que dan ganas de vivir. Es la misma historia del hombre moderno del siglo XIX que se ve reflejada en estas pinturas. Hay en ellas un indicio de esperanza, de frescura, de simpleza en medio de contrastes muy acentuados. Parecen reclamar la experiencia de vida, haber transitado por esas aguas y caminado esos rieles. Saber lo

que es estar anclados y perdidos en esas naves, las ventajas de tener un impulso extra, aunque ese remolque moderno pase factura después por el consumo de materias primas y la utilización de las mismas después.

Se reclaman horas de viaje, tiempo invertido, precio a pagar por ir de un lugar a otro, y al llegar a ese lugar, fue más lo que tomo llegar a el que aquello que se consiguió. Un eterno estar en caminos en esta tierra para llegar a un lugar, que al llegar vemos que es mas lo que se gasto, mas las fuerzas que se emplearon, mas lo que quedo atrás, que adonde se llego. Esto significa que todavía no se ha llegado donde pide el alma. Y más aun si quedaron otros atrás o en el camino. Ellos son los grandes ausentes-siempre presentes de estas dos obras. ¿Dónde está la gente? En las casas, en los barcos, en el tren. ¿Dónde están los constructores de estos medios de comunicación y producción? ¿Aquellos que le daban mantenimiento para su preservación y buen funcionamiento? ¿Dónde está también los habitantes de estos lugares: los del mar, los del cielo y aquellos que andan como nómadas por esas tierras en busca de refugio, alimento y compañía?

También me refiero con estas preguntas no solo a los hombres, a sus familias, a sus vínculos, sino a los animales y vegetación.

Los años son los grandes maestros de la vida. Y cuando llega esa sabiduría de sacar balance de todo, ver lo alcanzado y la infinidad de cosas que quedan por alcanzar, ya se acaban esos años.

El progreso humano, la correcta ejecución de unas habilidades y capacidades, los logros alcanzados, con los que pensábamos que seriamos plenamente felices, nos dejan siempre la sensación de la cuestionante: ¿Y esto era todo? ¿Por qué me siento vacio sin tengo todo lo que soñé y por lo que trabaje? ¿Por qué siento que me falta algo?

A una edad determinada, si se está en su sano juicio y una supera la tentación de caer en la megalomanía, una vez que cosas por las que lucho y afano tanto, que no se quería que se pisoteara el prestigio personal, hacer valer la opinión personal y el acaparan cosas materiales, incluso placeres de todo tipo, al fin y al cabo todo esto es transitorio.

Como muestran las pinturas, siempre estamos en caminos. La misma ilustración nos lleva a la conclusión: el hombre siempre está en camino. Nunca podrá satisfacerse pero no puede estarse quieto. ¡Qué paradoja! Es una necesidad natural. Explorar, explotar, conocer, asimilar, descartar, y volver a empezar.

Hay en estas obras unas añoranza de la naturaleza, de lo esencial para vivir, pero que a la vez no se pueden descartar los avances conseguidos. No puede uno divorciarse del mundo y su contexto actual.

Puedo ver un repudio a un resultado antiestético. El balance de armonía y color no se corresponde con el equilibrio que la naturaleza misma tiene.

¿Qué ha sido dejado fuera? ¿Cómo insertarlos y devolverlos al lugar que les corresponde? ¿Qué hacer con los residuos, efectos y desechos que van ensuciando el medio ambiente y lo van erosionando de una forma u otra? ¿Y aquellos que les toca hacer el trabajo sucio? y pesado? ¿Solamente son mano de obra o tienen rostro y paga proporcional al trabajo pesado que realizan?

El esplendor humano tiene su lado finito y oscuro. El gran mensaje de la modernidad es este. Al menos es la impresión que dan las pinturas. Huir de ella tiene su precio. Es renunciar a grandes logros alcanzados, pero también librarse de un contexto que propiciado por el mismo hombre, a carta cabal deshumaniza.

Un buque sin maquinaria, solo dependiente del hombre y del viento, de las corrientes del mar ya está desfasado. Hay una estética y señorío en el buque que no tiene el barquito más pequeño de vapor, pero este si puede remolcar a la gran nave. Imagen esta del mundo antiguo que contrasta con el mundo nuevo. Una verdadera dialéctica.

El tren que se abre paso, con su humo no deja apreciar el contorno que atraviesa. Da la impresión de ser un lugar árido, un desierto. ¿Sera que el nuevo mundo es un lejano desierto, un lejano oeste? ¿será que la forma de dominar la naturaleza es arrancarla de raíz, y no dejar piedra sobre piedra? Pero lo actual jamás puede construirse sin lo anterior, y lo anterior le falta dar un paso adelante para el bien de todos los hombres por igual? Gran desafío que ha dejado la modernidad al hombre. Las parcializaciones terminan en la esterilidad a la larga. Siempre quedan deudas y tareas pendientes. Es una misión que nunca se acaba. El presente siempre es deudor del pasado. No se puede negar, sino no hay futuro. Solo esterilidad.

La modernidad ensena que necesitamos la expansión, la producción, la velocidad, los avances para poder vivir, y no morir.

Lo que no se expande, lo que no se reproduce, lo que no se mueve, lo que no evoluciona, muere. Las riquezas son para explotarse, no para almacenarse. Lo estático necesita de energía.

Queda aquello por alcanzar. Pasar del descarte, a la valoración y a la reutilización, así como una reivindicación de aquello que muchos protagonizar aportaron un poco para este avance moderno.

Al ver estas obras se descubre que hay una relación ineludible entre naturaleza y trabajo del hombre. Hay un motor que mueve los engranajes y les da el combustible para funcionar, el ciclo de amanecer y despertar, y el contraste del silencio de la naturaleza que es arropado por el ruido de la maquinaria humana y su andanada, pero este ciclo del tiempo y este silencio, no es controlable y ni erradicable por manos humanas. Tiene su ley y ejecución propias. Siempre habrá algo que el hombre no podrá dominar, siempre habrán coordenadas que le llevan a pensar en algo más que lo que logra alcanzar.

La segunda obra tiene una fecha de presentación que para mí es significativa sobremanera, 1844. Fecha de la independencia de mi país, la República Dominica, zona sometida a la cultura moderna, vía de comercio, punto estratégico para las potencias europeas como trampolín al continente americano, por su vinculación a España, profundamente católica, y por su influencia francesa, muy de la ilustración, muy laica, muy republicana. El conflicto siempre presente por estos dos polos que le atraen. Por un lado, también buscando la educación mas separada de la fe católica tradicional, pero de profunda devoción cristiana romana. Añoranzas de lo monárquico y emancipación por las luces. Lo tradicional y lo moderno siempre en tensión. Y el signo característico del tiempo moderno. Proclamación de valores patrios y sociales de libertad e igual, pero a la vez profundas diferencias entre capataces y hombres que realizan la labor en condiciones pésimas de subsistencia. La ambigüedad del mundo moderno en una mitad de una isla agraria con ferrocarriles en el mismo medio del Caribe. La primada de América, en fe, cultura y producción, es la misma de vida marginada, de propiedad privada excluyente y levantamientos civiles armados contra la autoridad.

Estas pinturas dejan entrever la razón de porque tanto individualismo y egoísmo actual. A las personas se les trata solo en lo utilitario, como medios de producción y de trabajo. Los grandes logros y avances son plasmados con sudor, lagrimas y sangre anónima.

La indiferencia reinante hacia todo sistema y hacia los demás, es porque no se quiere volver a vivir ese tiempo “moderno” pero de anonimato sin rostro ni historia de miles que solo cuentan para las guerras, para generar dinero, y para ser mandados a hacer cosas, aun en contra su voluntad por salvar sus vidas y subsistir.

Veo en los comentarios de mis compañeros muchas alusiones al catalán. Yo sinceramente no pensé y creo que en América, en todos los países que he estado del continente conquistado por España, que ignoramos el alcance de la situación que hay en este país con el asunto de las lenguas, la “nacionalidad”. Estudie dos anos en Navarra, y es seria la cosa con el asunto del Euskera y las costumbres vascas, que por cierto me apasionan porque me gusta la sonoridad de ese idioma, la música y soy fanático en extremo de MOCEDADES Y LOS URANGA, y me fascinaba cuando cantaban la misa en esta lengua nueva.

Mi bisabuelo era catalán, mi papa tiene su segundo apellido catalán SUGRANES, y de parte de mi abuela y madre, gallegos y vascos. Orgullosos de llamarse españoles. Una unidad nacional. Veo que fruto de la modernidad es este sentido de querer una autonomía mas allá de lo vivido, pero quizás sacrificando muchas cosas.

En mi país estamos en situación parecida, porque tanto EUA, Canadá y Francia pugnan por unir al Haití Francés, tercer país más pobre del mundo, de color negro y otras costumbre, con nosotros, República Dominica, país menos pobre, pero subdesarrollado en cuanto a oportunidades para todos, aunque para unos privilegiados entre los que me incluyo con acceso a avances muy al día por nuestra cercanía a Estados Unidos.

Todo esto puedo verlo como una secuela de la modernidad, y algo bueno tiene que salir de esto. ¿Podría ser que nos acercamos a un punto medio? ¿Dónde nos hayan vencidos ni vencedores? ¿Es posible convivir en paz en medio de nuestras particularidades, y todos ser por igual beneficiarios?

Si esta obra deja una constante, los avances técnicos los utiliza el hombre siempre para la guerra. El barco, el tren, el carbón, la energía, usados para la guerra. Es un motor maldito que mueve el mundo. Todavía somos hombres primitivos por esto. Por ello, el humo en ambos cuadros, desecho de las maquinarias, eclipsa el punto a llegar, y va a su vez recubriendo a la maquinaria misma. Solo le salva el movimiento, el llegar al puerto, a la estación, cuando tiene que parar obligatoriamente la maquinaria. Hacer un STOP. Se ha llegado. Se tiene que parar alguna vez. NO TODO ES AVANZAR A COSTA DE LO QUE SEA.

En las pinturas se da la apariencia de que todo tiende a mezclase, porque el movimiento que reflejan estas obras. Todo en ellas vienen fraguar en una gran confusión, pero que tendrá un punto de llegada. Que el camino recorrido y las secuelas que tuvo son descifrables, aunque algunos rastros se los lleve el viento, y la naturaleza se haga cargo de los mismos.

La bandera del barco de vapor significa la conquista de unos intereses particulares, que pueden ser legítimos pero pueden ser a la vez egoístas y que desprecian a los demás.

Un punto a recalcar de nuevo es el margen de tiempo entre una obra y otra. Se nota una clara evolución en la percepción de lo acaecido. Barco de barco y ferrocarril de vapor. De la conquista de los mares se pasa a la reconquista de lo habitado. Y no de una forma sutil y paulatina como se hace en un antiguo buque de guerra. Ahora en el tren la cosa es inmediato y se involucra a un número de mayor numero. Si en el primer cuadro hay algún espacio de escape y una vuelta a la esperanza original reflejada en la naturaleza, en el segundo hay un espectro más deprimente, ya no hay posibilidad de sustraerse a lo que pasa. Es un avanzar que parece sin retorno y que incluso no deja respirar por el humo que va arropando todo. A eso se refería el Papa Gregorio XVI con el demonio de hierro y humo que viene del norte. No solo una oposición recalcitrante a primera vista de los avances modernos, sino una expropiación y desahucio de todo lo que este a su alcance. Ya veía el Papa que perdería sus poderes temporales sobre reinos y propiedades que le daban cierto prestigio temporal.

Pero la síntesis siempre puede ser otra. En este segundo obra más tardía, con un avance imparable e incluso llegar a desencadenar en guerras, revoluciones y su gran culmen, la primera y segunda guerra mundial, hay espacio en el mismo título de la obra, aunque no la percibo en la plasmación del cuadro, de la palabra LLUVIA. Caída del cielo, que viene a reverdecer por donde pasa el tren, a aplacar el humo del tren y a hacer florecer todo. Incluso que contemplen el resultado de la lluvia quienes transitan en el mismo tren.

Por el titulo puedo ver que lo seco pasa a ser un lugar de la vida, aunque no lo pueda percibir en la obra misma, incluso aunque los colores y el paisaje me indiquen otra cosa, incluso más sombría.

Es innegable que esta obra del tren si tiene azul, y hay esperanza, porque hay una puente, un elevado por donde transita el tren. Se salvaguarda la naturaleza. El hombre quiere vivir. El hombre está hecho para la esperanza y la conservación, y para ello sabe que debe avanzar, pero no está todavía consciente de que y a quien debe salvar de sus logros y avances. Esa es la lluvia que siempre viene de arriba. La que un día se da cuenta que necesita, especialmente cuando tiene sed y ve allí su primera fuente de energía, y la ultima.