Para Kayo Rodrigues es difícil afirmar que la prensa brasileña es perfecta, pero la considera crucial para combatir noticias falsas «porque no todos tienen internet ni herramientas para verificar fuentes». No es periodista, tiene apenas 14 años y, como es obligatorio en Brasil, estudia análisis de medios en el colegio.

Kayo integra el proyecto «Prensa Joven» iniciado hace seis años en la escuela pública Casa Blanca, en la periferia de Sao Paulo. En Brasil, la «educación mediática» es una asignatura como matemáticas o historia, y con el auge de las noticias falsas, el asunto ganó un espacio en los programas escolares.

«La idea es enseñar a los alumnos a diferenciar noticias falsas, y se vuelve parte obligatoria [del sistema educativo], porque el país decidió que era importante (…). La proliferación de las redes sociales creó una situación de urgencia en este tema», explica Leandro Beguoci, director editorial de la asociación brasileña Nova Escola, especializada en educación.

En su clase semanal, en Casa Blanca, los profesores Lucilene Varandas e Hildenor Gomes do Santos enseñan a sus alumnos de 8 a 14 años el lenguaje de cada género periodístico y a no dar crédito a todo lo que ven o leen.

«Cuando recibo alguna noticia, la busco en internet, me pregunto si es verdad», dice Helena Vital, de 11 años. Hija de profesores no asiduos al noticiero, afirma que el programa le ha enseñado a mirar los medios con otra perspectiva.

«Ahora sé que no todo está tan mal, que el país no se va a derrumbar de golpe», cuenta Helena, quien opina que consumir noticias sin cuestionarlas, de forma automática, «deja a las personas tristes» y que «hay muchas cosas negativas que no son verdaderas».

Los chicos aún no tienen herramientas para una comprobación de datos sistemática, pero «verifican los textos, quién los escribe, quién podría tener interés en la publicación y dónde son publicados, como elementos detalles para cuestionar las noticias», explica la profesora Varandas, que piensa en posibles asociaciones con agencias especializadas en fact-checking para ampliar la formación.

«Basta un clic para compartir noticias falsas, el proyecto me enseñó a repensar mis clics», dice Kayo, hijo de un vendedor y una manicurista que todas las noches ven la emisión estelar de Globo, principal canal de televisión de Brasil.

Los alumnos del proyecto incluso han analizado las informaciones divulgadas en la prensa local sobre su trabajo y, como protagonistas de la historia, encontraron imprecisiones. AFP fue advertida de que este reportaje también pasará por el ojo crítico de «Prensa Joven».

«Alfabetización mediática»

Con su dimensión continental (207,7 millones de habitantes), Brasil tiene presencia masiva en las redes sociales (unos 120 millones de usuarios en Whatsapp, más de 100 millones de Facebook y otros 50 millones de Instagram).

«Los niños en el pasado se informaban a través de sus padres, pero ahora lo hacen a través de diversos canales, lo que también cambia el papel de la escuela», subraya Leandro Beguoci, de Nova Escola. «Brasil, de forma muy interesante, asumió que la alfabetización mediática y tecnológica son casi tan importantes como la alfabetización clásica».

Periodista de formación, Beguoci afirma que el análisis de noticias no es una carga adicional en la educación básica y que ofrece «un contexto que puede funcionar para mejorar el aprendizaje».

«Estamos hablando de las cosas que están en el mundo del alumno», subraya.

«La tecnología vino para facilitar la comunicación, pero llegó la hora de cuestionar contenidos. Los niños y los adolescentes, como nativos digitales, tienen la responsabilidad de analizar esos contenidos antes de reproducirlos», sostiene por su parte Verónica Martins Cannatá, coordinadora-asistente de Tecnología de las Comunicaciones del colegio privado Dante Alighieri, en Sao Paulo.

Esa institución trabaja con análisis de medios desde hace once años y también está llevando el combate de noticias falsas a las aulas. En los alumnos «al principio hay ingenuidad», pero van adquiriendo «una mirada crítica y ya no consumen noticias de la misma manera», asegura.

Así como Kayo, Helena, del Casa Blanca, aprendió a cuestionar incluso a los grandes medios.

«A veces hay fallas en la credibilidad» de la prensa, dice. A pesar de las prácticas en «Prensa Joven», su interés no es profesional, sino apenas cívico. Al preguntársele si quiere ser periodista cuando sea grande, la pequeña sonríe y replica: «¡Prefiero natación!».

Fuente: AFP