Eswin Josué Fuentes y su hija, Andrea Belén, en su casa de una habitación en Choloma, Honduras Credit Adriana Zehbrauskas para The New York Times.

Por 3 de julio de 2017)

CHOLOMA, Honduras — Sus bolsas estaban empacadas y todo estaba listo con el hombre con quien viajarían hacia Estados Unidos. Eswin Josué Fuentes estimó que, si todo iba conforme a lo planeado, él y su hija de 10 años llegarían en pocos días a territorio estadounidense.

Sin embargo, la noche previa a su salida tuvo una conversación telefónica con un amigo hondureño que vive como indocumentado en Nueva York. El amigo le advirtió: bajo el gobierno de Donald Trump, Estados Unidos ya no es lugar para los migrantes sin papeles. Temeroso, Fuentes abandonó abruptamente sus planes y decidió quedarse en Choloma, ciudad del norte de Honduras, a pesar de la violencia sin tregua y de la pobreza. Incluso rechazó los 12.000 dólares del pago que había ahorrado su hermana en Estados Unidos para costear al contrabandista que los ayudaría a cruzar.

“Me dio miedo lo que está pasando allá”, dijo Fuentes.

Aunque los planes más ambiciosos del presidente Trump para hacer más estricta la seguridad en la frontera todavía están muy lejos de ser una realidad, especialmente su promesa de campaña de crear un gran muro, su postura sobre la migración parece haber provocado un baja considerable en el flujo de migrantes que van desde Centroamérica hacia Estados Unidos.

Entre febrero y mayo, el número de personas indocumentadas detenidas en la frontera suroeste de Estados Unidos se redujo en un 60 por ciento en comparación con el mismo periodo del año pasado, de acuerdo con la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza; es un indicador de que mucho menos migrantes se dirigen al norte, según funcionarios en ambos lados de la frontera.

Habitantes de un barrio pobre de San Pedro Sula, Honduras, que registra actividad de pandillas y es una de las ciudades más violentas del mundo. CreditAdriana Zehbrauskas para The New York Times.

El gobierno de Trump ha ampliado la aplicación de la ley migratoria en comparación a lo establecido por su predecesor, Barack Obama. Entre otras cosas, ha descartado las reglas de la era Obama que priorizaban el arresto de criminales peligrosos y prácticamente no se enfocaba en migrantes indocumentados sin antecedentes penales.

Los arrestos de migrantes viviendo de manera ilegal en Estados Unidos se han disparado, y el mayor aumento se ha registrado entre migrantes sin antecedentes penales.

El cambio ha sembrado una nueva sensación de miedo entre los migrantes indocumentados en Estados Unidos. Por consiguiente, ellos han enviado una advertencia a sus familiares y amigos en sus tierras natales: No vengan.

“Si me quedo aquí, la vida es difícil. Y si me voy para allá, es difícil. Estoy entre la espada y la pared”.

JUAN ÁNGEL PÉREZ, HONDUREÑO DESEMPLEADO

El mensaje se ha escuchado claro aquí en Honduras. Manuel de Jesús Ríos Reyes, 55, estaba parado hace poco en el sol inclemente afuera de un centro de recepción de deportados, donde llegaron personas repatriadas en vuelos provenientes de Estados Unidos. La esposa de Ríos Reyes, quien intentó cruzar ilegalmente desde México en marzo, estaba en uno de los vuelos. Consciente de las advertencias de sus familiares en Estados Unidos, Ríos Reyes le había pedido que no fuera. “Ella no puso atención”, él recuerda. “Ahora, está aquí. Gracias a Dios, está viva”.

Si su esposa habla sobre tratar de cruzar de nuevo, dice Ríos, él será mucho más enfático en sus exhortaciones. “Ay, mi amor”, piensa decirle. “Quédate aquí”.

Algunas personas esperan a sus familiares afuera de un centro de recepción para hondureños que son deportados desde Estados Unidos hacia San Pedro Sula. CreditAdriana Zehbrauskas para The New York Times.

Parece que eso están haciendo muchas personas provenientes de los países centroamericanos del Triángulo Norte —El Salvador, Guatemala y Honduras—, países de donde provienen muchos de los indocumentados que han intentado cruzar hacia Estados Unidos en los últimos años. La cautela en reacción a la política migratoria del presidente Trump es palpable y el impacto es visible.

Quienes cruzan a los migrantes en Honduras afirman que el negocio ha sufrido desde que Trump asumió el cargo. Han partido menos autobuses de la ciudad norteña de San Pedro Sula hacia la frontera con Guatemala, la ruta acostumbrada para los migrantes hondureños que se dirigen hacia Estados Unidos. En hoteles y refugios a lo largo del trayecto, las camas que antes estaban ocupadas ahora quedan vacías noche tras noche.

Marcos, un contrabandista de personas que opera cerca de San Pedro Sula, dijo que el año pasado llevaba uno o dos grupos cada mes desde Honduras a la frontera sur de Estados Unidos. Sin embargo, desde la toma de posesión de Trump solo ha tenido un cliente. Él culpa al presidente estadounidense.

“La gente piensa que va a sacar a todos del país”, dijo Marcos, quien pidió que no fuera usado su nombre completo debido a sus actividades ilícitas. “Casi nadie está yendo”.

La habitación de un contrabandista de personas en un pequeño pueblo aproximadamente a 30 kilómetros de San Pedro Sula CreditAdriana Zehbrauskas para The New York Times.

Muchos migrantes potenciales del Triángulo Norte han preferido quedarse en donde están y soportar la pobreza y la violencia que ha forzado a cientos de miles a buscar trabajo y refugio en Estados Unidos en los últimos años.

Juan Ángel Pérez, de 31 años, un obrero desempleado de la ciudad de Villanueva –ubicada al norte de Honduras–, había planeado dirigirse a Estados Unidos este julio y había pactado con un contrabandista para que lo llevara por 8500 dólares. Pero después de hablar con su hermana, una migrante indocumentada que vive en Carolina del Norte, decidió no hacerlo.

“Ella dijo: ‘Piénsalo bien, porque la situación se está poniendo más difícil’”, dijo Pérez. “Tenía miedo de perder el dinero”.

“Si me quedo aquí, la vida es difícil. Y si me voy para allá, es difícil. Estoy entre la espada y la pared”, él continuó.

Algunos, en vez de ir a Estados Unidos, están migrando dentro de sus propios países en búsqueda de oportunidades y seguridad, o están buscando adonde moverse en América Latina o incluso en Europa o Asia.

Un barrio en San Pedro Sula, desde donde han salido cada vez menos autobuses camino hacia la frontera con Guatemala. CreditAdriana Zehbrauskas for The New York Times.

Roberto, de 24 años, se sentó alrededor de la medianoche en los mugrosos escalones afuera de la principal estación de autobuses de San Pedro Sula para esperar un autobús nocturno con destino a la ciudad de Guatemala. Su destino final era México; al menos, por ahora. Espera en algún momento dirigirse hacia Estados Unidos, pero dijo que no es el momento “debido a las políticas actuales” de Trump.

“Todos los días, está en las noticias” aquí en Honduras, dijo. “Cada día son deportadas personas”. Se rio de manera nerviosa al pensar en pagarle mucho dinero a un contrabandista para trasladarse a Estados Unidos tan solo para ser detenido y deportado al llegar allá. “Imagínate pagar y perderlo todo”, dijo.

Expertos en la región advierten que el declive en la migración podría poner bajo más presión a los países centroamericanos, lo que aumentaría la competencia por trabajo, de por sí escaso, y potencialmente orillaría a más personas a sumarse a pandillas que han aterrorizado la región.

La espera en la terminal de autobuses de San Pedro Sula para la salida de la 1:30 de la madrugada a GuatemalaCreditAdriana Zehbrauskas para The New York Times.

Trump también propone reducir la asistencia estadounidense para los programas de tipo económico y de desarrollo social que buscan aliviar la pobreza en el Triángulo Norte y la violencia que ha obligado a tantas personas a huir de sus hogares.

La propuesta presupuestaria del presidente estadounidense para el año fiscal 2018 recorta la asistencia económica a Centroamérica en un 42 por ciento en comparación con el nivel de 2016, de acuerdo con un análisis del grupo de investigación Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA, por su sigla en inglés). “El efecto en la reforma judicial, creación de empleos y esfuerzos en la prevención de la violencia serían graves”, dijo la organización.

Desde que abandonó su plan para migrar con su hija a Estados Unidos, Fuentes, un viudo, no ha encontrado trabajo aquí en la ciudad norteña de Choloma o en la cercana San Pedro Sula. Cada mañana se despierta al amanecer junto a su hija, Andrea Belén, en su casa de concreto de una recámara. Él lleva a Andrea a la casa de un amigo, donde ella espera hasta que sea hora de ir a la escuela, y entonces él se dirige a la ciudad y pasa el día tocando puertas y solicitando trabajo.

A pesar de lo dura que es su vida, Fuentes dice que no se arrepiente de haber cancelado el viaje a Estados Unidos. “Tengo que pensar en mi hija”, afirmó. “No quieres equivocarte”.

Miembros de una pandilla dentro de su escondite en un barrio pobre de San Pedro SulaCreditAdriana Zehbrauskas para The New York Times.

Debido a que la mayoría de la migración a Estados Unidos desde el Triángulo Norte es ilegal e indocumentada, es difícil precisar el volumen exacto.

Pero se ha registrado la disminución de migrantes dirigiéndose hacia el norte en muchos lugares en el camino. Similar a los funcionarios estadounidenses, las autoridades mexicanas han detectado un descenso del 56 por ciento en el número de migrantes indocumentados detenidos en el país —muchos de ellos presuntamente en camino hacia Estados Unidos— durante los primeros cuatro meses del gobierno de Trump, en comparación con el mismo periodo del año pasado.

La disminución fue evidente entre los hondureños. Casi 9000 fueron detenidos en México de febrero a mayo de este año, en comparación con más de 18.600 durante el mismo periodo del año pasado.

“Nuestra referencia para medir los flujos migratorios es el número de retornados. El hecho de que haya menos no significa que las deportaciones hayan bajado, sino que menos personas están llegando hasta la frontera”, dijo el 22 de junio María Andrea Matamoros, viceministra de Relaciones Exteriores de Honduras.

San Pedro Sula al amanecer CreditAdriana Zehbrauskas para The New York Times.

Dicho eso, las dos poblaciones de migrantes —aquellos que principalmente huyen de la pobreza y aquellos que lo hacen en general de la violencia— parecen responder de diferentes maneras.

Honduras tiene una de las tasas de homicidios más altas del mundo, y muchas de las personas que huyen de la violencia han seguido abandonando Honduras, de acuerdo con expertos.

“No hay una institución en el país que pueda protegerlos”, dijo Lidia Mara Silva de Souza, coordinadora nacional del Pastoral de Movilidad Humana en Honduras e integrante de la orden misionera de los scalabrinianos.

Según datos de las Naciones Unidas, más personas del Triángulo Norte solicitaron asilo a través del Departamento de Seguridad Nacional estadounidense durante los primeros tres meses de este año que durante el mismo periodo del año pasado.

Un creciente número de habitantes del Triángulo Norte también han solicitado asilo en otros países, especialmente en México, afirman expertos en migración. Algunas de las personas que podrían haber buscado refugio en Estados Unidos se han ido a otras partes, culpando a las políticas de Trump.

El flujo de migrantes centroamericanos como Fuentes, quienes principalmente huyen de la pobreza, ha bajado de manera notoria, afirman defensores de los migrantes.

Durante generaciones, la migración de personas de Centroamérica en búsqueda de trabajo en otros lugares ha servido como una válvula para la región, al disminuir la presión en el mercado laboral y en los servicios públicos. Ahora, los líderes comunitarios en Honduras temen que, al migrar menos personas en búsqueda de oportunidades en Estados Unidos, la pobreza empeorará y las pandillas encontrarán nuevos reclutas.

“La gente no tiene oportunidad de trabajar en este país”, dijo Daniel Pacheco, un pastor evangélico en un sector controlado por las pandillas de San Pedro Sula, una de las ciudades más violentas del mundo. “Estamos muy preocupados”.

No obstante, muchas personas aquí no piensan que la disminución en la migración durará mucho tiempo. Las dificultades de vivir en Honduras son demasiadas y las soluciones del gobierno son muy escasas —y el atractivo de Estados Unidos es muy grande—.

“El miedo desaparecerá, la migración volverá”, dijo Valdete Wilemann, quien dirige un centro en el aeropuerto de San Pedro Sula donde los migrantes hondureños son procesados tras ser deportados de Estados Unidos.

El sueño de ir a Estados Unidos es “la cultura”, dijo ella. “No les puedes arrancar eso a los hondureños”.

Referencia