Varias personas hacen cola frente a una oficina del banco estatal Caixa Economica para recibir una ayuda en medio de la crisis del coronavirus, el 29 de abril de 2020 en Río de Janeiro.-

Los datos económicos del primer trimestre darán el viernes un indicio del abismo que se abre ante Brasil, donde la crisis sanitaria mundial, agravada por tensiones políticas, amenaza con provocar la peor recesión anual en por lo menos 120 años, coronando una nueva «década perdida».

Las alarmas se multiplican desde marzo, cuando la pandemia del nuevo coronavirus empezó a hacer sentir sus efectos. La producción industrial se derrumbó un 9,1% respecto a febrero y el sector de servicios 6,9%. La producción de automóviles prácticamente cesó (-99%).

El Instituto Brasileño de Economía de la Fundación Getúlio Vargas (Ibre/FGV) prevé una contracción del Producto Interno Bruto (PIB) de 1% respecto al trimestre anterior y un crecimiento de 0,3% frente al mismo periodo de 2019.

Lo peor vendrá en el segundo trimestre, con una contracción del PIB de 9,6% en comparación con el primero y de 10,4% interanual, según esa proyección.

El gobierno apuesta por una recuperación a partir de junio y su última revisión prevé una caída del PIB de 4,7%, superior a la de 2015 (-3,5%) y 2016 (-3,3%).

El ministro de Economía brasileño, Paulo Guedes, durante una rueda de prensa que dio el 3 de abril de 2020 en Brasilia.-

El hundimiento, para el mercado, será de casi 6% y podría llegar, según ciertos analistas, a 10%.

Las peores caídas del PIB de Brasil desde inicios del siglo XX -periodo hasta el cual el instituto oficial de estadísticas IBGE remontó sus estimaciones- se produjeron en 1981 (-4,25%) y 1990 (-4,35%), en la llamada «década perdida» de América Latina, dominada por la crisis de la deuda.

– Ruidos políticos –

La incertidumbre se debe tanto a la pandemia como a la guerra del presidente Jair Bolsonaro con los demás poderes y, en particular, con los gobernadores que ordenaron medidas de confinamiento, a quienes acusa de arruinar la economía.

Las tensiones derribaron a dos ministros de la Salud en un mes y esa cartera sigue con un titular interino desde mediados de mayo. Brasil se ha convertido entre tanto en el segundo país con mayor número de infectados por la covid-19 y en el sexto en número de muertos, con más de 23.000 óbitos.

«Brasil tiene recursos para enfrentar la pandemia. Pocos países disponen de un sistema público de salud como el nuestro, aunque sea precario, así como de laboratorios públicos como Fiocruz y de bancos públicos. Pero los ruidos políticos y las contradicciones acaban provocando la ineficiencia de la maquinaria pública», afirma André Perfeito, de la consultora Necton.

El gobierno multiplica los programas para contener la degradación social, en uno de los países más desiguales del mundo. El desempleo promedio, de 11,9% en 2019, será de 18,7% en 2020, según el Ibre/FVG.

– Otra década perdida –

Brasil, al igual que muchos países de la región, encara una nueva década perdida.

Si se confirma la previsión oficial de una recesión de 4,7% en 2020, el PIB del país, que representa un tercio del de toda América Latina, habrá tenido un incremento promedio de apenas 0,11% en diez años.

Y al igual que en los años 80, ronda en la región el fantasma de una deuda incontrolable.

A inicios de mayo, la agencia de calificación crediticia Fitch redujo de «estable» a «negativa» la perspectiva de la deuda pública brasileña, que debería saltar de 78% del PIB en marzo a más de 90% en diciembre, según proyecciones oficiales.

Patricia Krause, economista para América Latina de la aseguradora francesa de créditos Coface, descarta sin embargo un default. La deuda brasileña, argumenta, «es gigantesca pero doméstica», nominada principalmente en reales, lo cual la pone al abrigo de la fuerte depreciación del real frente al dólar (de un 40% este año).

Y el país cuenta con un confortable colchón de reservas de divisas (unos 340.000 millones de dólares a fines de abril).

Lo cual no impide que la desconfianza de los inversores envuelva tanto a Brasil como a países con gobiernos de izquierda, como Argentina -en plena renegociación de su deuda- y México.

«Es algo que preocupa. En América Central, debido a la dependencia del turismo y de las remesas de emigrantes afectados por el desempleo en Estados Unidos. En Ecuador (…), por la caída de los precios del petróleo en una economía dolarizada», explica Krause.

Fuente: Agencia Francesa de Prensa