Manifestantes, algunos llevando chalecos amarillos, intentando forzar las vallas del jardín de las Tullerías, en París, el 1 de diciembre de 2018

Francia.-Miles de manifestantes en protesta contra la política económica del gobierno francés protagonizaron el sábado escenas de caos y violencia urbana, principalmente en París, donde las fuerzas del orden detuvieron a más de 200 personas y se contabilizaron un centenar de heridos.

Los enfrentamientos, que duraron toda la jornada, tendían a calmarse en la noche, cuando la situación general estaba «más apaciguada» en París «pero no completamente segura», dijo el ministro del Interior, Christophe Castaner.

En varias ciudades del país hubo bloqueos de autopistas y otras vías de transporte así como enfrentamientos. Solo en París hubo 287 detenidos y 110 heridos, entre ellos 17 policías. Los bomberos atendieron 190 focos de incendios durante la jornada y se quemaron seis edificios, según el ministerio del Interior.

Cerca de 75.000 personas salieron a las calles, por tercer sábado consecutivo, para expresar su cólera, sobre todo contra el proyecto del gobierno reformista de Emmanuel Macron de aumentar los impuestos al combustible, como parte de la política de transición ecológica.

Los Campos Elíseos parisinos cortados por barricadas en plena temporada prenavideña, el Arco de Triunfo lleno de grafitis, vehículos incendiados en las avenidas aleñadas, tiendas saqueadas… «Vivimos un estado de insurrección», resumió una alcaldesa del distrito 8º en París, Jeanne d’Hauteserre.

París concentró la ira de los más radicales, que en la mayoría de los casos actuó totalmente al margen del movimiento de los «chalecos amarillos», como se conoce a estos decenas de miles de franceses que adoptaron, como distintivo, el tradicional chaleco que es obligatorio llevar en los autos para casos de emergencia.

Son las clases humildes de Francia, un movimiento de indignación popular ante lo que consideran unas reformas económicas injustas y que no han sido suficientemente explicadas.

«Ninguna causa justifica que las fuerzas del orden sean atacadas, que comercios sean saqueados, que se amenace a transeúntes o a periodistas, que se ensucie el Arco del Triunfo», dijo Macron en Buenos Aires, donde asistió a una cumbre del G20.

«Los culpables de estas violencias no quieren cambios, no quieren mejorar nada, quieren el caos», añadió el presidente francés.

Pero la presión política corre el riesgo de aumentar sobre el gobierno al regreso de Macron, que ya anunció una reunión de urgencia este domingo de su gabinete.

Su primer ministro, Edouard Philippe, decidió anular su viaje a Polonia para participar en la conferencia del clima de la ONU, COP24, a causa de los graves incidentes.

El ministro de Interior tildó de «facciosos, sediciosos» a los que se enfrentaron a las fuerzas del orden, en algunos casos con una violencia inusitada.

En una entrevista el ministro Castaner amenazó: «No tengo tabúes. Estoy dispuesto a considerarlo todo», en alusión a un posible estado de emergencia.

La última vez que se implementó ese régimen en Francia fue tras los atentados terroristas de 2015. Antes se utilizó durante las protestas callejeras en las afueras de París, en 2005.

En el corazón de París se vieron escenas de guerrilla urbana. Hombres encapuchados armaron barricadas, quemaron autos, rompieron vitrinas y lanzaron objetos contundentes a la policía antimotines en varios de los barrios más lujosos y turísticos.

Pero los incidentes al margen de las concentraciones de los «chalecos amarillos» se vivieron también en ciudades como Lille, Marsella, Charleville-Mézières, Estrasburgo, Toulouse, así como en Nantes, donde medio centenar de «chalecos amarillos» irrumpieron en el aeropuerto local.

La prefectura de policía de la región de Haute-Loire, en la localidad de Puy-en-Velay, fue parcialmente incendiada con cócteles molotov.

«Vivimos un clima insurreccional» advirtió el numero dos del principal sindicato policial Alliance, Frédéric Lagache.

Esta es la tercera jornada de protestas en Francia, tras las del 17 y del 24 de noviembre pasados. El primer sábado hubo un muerto y decenas de heridos. La del sábado 24 ya se saldó con graves disturbios también en los Campos Elíseos.

El movimiento quiere, sin líderes claros que puedan negociar con el gobierno, una mejora del poder adquisitivo, menos impuestos y que se baje el precio del combustible.

Los manifestantes que acudieron a París a protestar pacíficamente se hallaron a menudo en medio de policías y agitadores.

Los comerciantes de la zona habían tomado sus precauciones, tras los destrozos causados el 24 de noviembre, colocando tableros de madera frente a sus locales.

Pero pese a las precauciones, los más violentos consiguieron arrancar bancos de las vías públicas, vallas, y lanzarlos una y otra vez contra escaparates y puertas.

Unos 5.000 agentes fueron movilizados en París, pero hubo casos de pillaje.

En la plaza de la Ópera, los turistas contemplaban atemorizados el desorden, los agentes antimotines gritando, los manifestantes encapuchados lanzando adoquines.

Enfrentamientos entre manifestantes del movimiento de los «chalecos amarillos» y las fuerzas de seguridad durante una protesta en Burdeos (suroeste) el 1 de diciembre de 2018

«El metro está cerrado, no vemos un autobús, no sabemos cómo llegar a nuestro hotel en el Barrio Latino», dijo Birgit Moeller-Wolf, una funcionaria jubilada de 61 años.

Los anuncios que hizo esta semana el presidente Macron –un dispositivo para limitar el impacto de las tasas al carburante así como un «gran diálogo»– no convencieron.

«Es palabrería», reaccionaron varios manifestantes. «Necesitamos algo concreto, no humo», resumió Yoann Allard, un obrero agrícola de 30 años.

Fuente:Agencia Internacional (Afp.com)