Alberto Núñez Feijóo en la conferencia de presidentes del domingo (EP).-

Alberto Núñez Feijóo esprintó en el último momento para intentar conjurar la impresión de que de nuevo sigue el calendario electoral que dicta el lehendakari. El presidente de la Xunta ha anunciado este lunes que convoca las elecciones gallegas para el 12 de julio. Ha cubierto este trámite cuando ya estaba previsto que Íñigo Urkullu lo hiciese minutos después y siguiendo la ruta hacia las urnas establecida desde Vitoria ya en abril, que incluyó una modificación del estado de alarma, a instancias del PNV, que posibilita que Galicia pueda votar de nuevo con Euskadi, como sucede desde el 2009. Feijóo intenta aprovechar el viento a favor, en un escenario más propicio para él que el de los comicios suspendidos del 5 de abril.

Las elecciones autonómicas vascas y gallegas serán si nada lo impide las primeras de la actual etapa democrática que se celebran en julio, pues lo más tarde que se ha votado hasta ahora ha sido en la segunda quincena de junio, en las generales de 1986 y 2016. Funcionarán como laboratorio de la política española en la epidemia, en especial en el caso de Galicia, que con su competición centrada en mucha mayor medida que Catalunya y Euskadi en los grandes partidos estatales, ya cumplió ese rol en el pasado.

Los comicios de Galicia serán un laboratorio de la política española en la epidemia, como ya lo fueron en 1981, al colapsar UCD; en el 2009, al hundirse Zapatero, y en el 2016, al resucitar por última vez Rajoy

Las urnas gallegas de 1981 anticiparon el colapso de la UCD, derrotada contra todo pronóstico por AP. En las del 2009 se inició en Galicia el hundimiento del PSOE de Zapatero, con la victoria inaugural de Feijóo, que generó la primera resurrección del PP de Rajoy, quien volvió a resurgir tras las autonómicas del 2016, cuando halló el impulso en su tierra natal para desbloquear la investidura.

Si en el interrumpido camino hacia las urnas del 5 de abril las encuestas ya sonreían a Feijóo, pues la mayoría vaticinaban su cuarta mayoría absoluta, aunque hubiese algunas con dudas, el escenario resulta más favorable, como se reconoce en privado en las filas de la oposición. El presidente de la Xunta no sólo afrontó una pandemia menos virulenta en Galicia, a donde llegó más tarde, de manera que el estado de alarma cerró el paso al crecimiento exponencial de la infección. También le ha beneficiado el centralismo aplicado por el Gobierno de Sánchez, que le ha permitido esquivar las responsabilidades directas en los peores momentos, mientras ejercía de comentarista omnipresente, en directo en la TVG a la hora del Telexornal del mediodía.

La coyuntura resulta más favorable ahora para el PPdeG que el 5 de abril, por la evolución de la pandemia en Galicia y España y por la campaña mediática, en un escenario muy controlado por la Xunta

Curtido ya de joven como alto cargo de la administración sanitaria en la Xunta y el Ministerio, Feijóo se centró desde comienzos de abril en un dato, el de que la letalidad gallega, la proporción de muertes sobre los casos registrados, es la mitad de la media española y la más baja de todas las autonomías. Asegura que es el indicador del funcionamiento del sistema, con lo que viene a decir que el gallego es el mejor de todos y él, su gran gestor. Sin embargo, el estudio epidemiológico del Gobierno, que ha detectado 2,3 millones de contagios, trastocó las cuentas, al hacer caer la letalidad española del 11% al 1%, con la gallega sólo un poco por debajo y ya por encima de las de autonomías con menos fallecidos per cápita.

La falta de un contraataque de la oposición gallega a la luz de esos datos del estudio epidemiológico revela que de nuevo el fatalismo la devora. También se percibió muy bien la semana pasada con la leve reacción en las redes sociales y medios progresistas digitales ante la reaparición fantasmal de los restos de En Marea, ya sin Podemos y los beiristas, ni su antiguo líder el juez Villares, para apoyar a Feijóo en su controvertida decisión de convocar las elecciones con el estado de alarma, pese a que su propio decreto de suspensión de la cita del 5 de abril no lo autorizaba, como reivindican PSOE, Galicia en Común-Anova y BNG. Si hubiese una verdadera expectativa de cambio en la izquierda gallega, el escándalo por el papel de En Marea habría sido fenomenal.

Mientras rechaza la convocatoria exige que Feijóo cumpla su decreto, que supeditaba las elecciones al fin de estado de alarma, en la oposición se percibe el retorno del fatalismo del progresismo gallego

Los progresistas van a jugar, además, en un escenario muy propicio para el PPde G, el de la campaña más mediática por las restricciones para los actos masivos. La ausencia de referencias en los quioscos gallegos el 11 de mayo a la primera entrevista televisiva concedida en la víspera por el narco de Arousa Marcial Dorado, incómoda por su antigua amistad con Feijóo, mostró el control que ejerce la Xunta. Éste resulta especialmente absoluto en la TVG y la Radio Galega, en las que una parte de los trabajadores llevan 104 semanas de silenciada lucha contra la manipulación política.

En el PPdeG reina desde hace tiempo la euforia electoral, al considerar que Feijóo ha salido airoso de la pandemia, mientras se desgataba el Gobierno de Sánchez, el que podría ser la principal palanca para la alternancia en Galicia. Los populares manejan datos demoscópicos internos muy favorables y hay los que sueñan en voz alta con superar el récord de los 43 diputados de Fraga de 1993.

La principal incógnita reside en la participación de los electores de más edad, que en el 2016 representaron el 30% del censo y el 42% de los votantes del Partido Popular

La incógnita principal reside en la imprevisibilidad del momento. Pero hay otra cuantificable, la que genera la única preocupación que se vislumbra ahora mismo para el PP. Radica en los problemas potenciales para la participación por el colectivo más afectado por el coronavirus, la población más envejecida. En el 2016 los mayores de 65 años suponían el 29,5% del censo y, según la encuesta postelectoral del CIS, representaban el 41,8% de los votantes populares. Para evitar que les penalice esta dependencia los populares gallegos se esforzarán previsiblemente como nunca en impulsar el sufragio por correo.

Fuente: La Vanguardia.com