La candidata presidencial Svetlana Tikhanovskaya en un acto electoral en la ciudad de Maladzechna, al noroeste de Minsk el 31 de julio de 2020.-

«¡Sveta! ¡Sveta!» corea la muchedumbre. Svetlana Tijanóvskaya nunca ha tenido ambiciones presidenciales pero en cuestión de semanas, en un guión digno de película, se ha convertido en la rival del autoritario presidente bielorruso Alexander Lukashenko para las presidenciales del domingo.

Esta mujer, con formación de profesora de inglés, ha salido del anonimato para desafiar al hombre que ha gobernado esta exrepública soviética con puño de hierro durante 26 años sin dejar emerger la más mínima oposición.

Svetlana Tijanóvskaya, de 37 años, nunca soñó con dirigir su país de 9,5 millones de habitantes. De hecho renunció a su carrera para dedicarse a su hijo mayor, que nació con problemas de audición.

Se presentó porque su marido Serguéi Tijanovski, un videobloguero, fue encarcelado en mayo después de haber presentado su candidatura con la promesa de aplastar a «la cucaracha» Alexander Lukashenko.

Tijanóvskaya decidió tomar el relevo «por amor» por el hombre al que conoció hace 16 años, cuando ella era estudiante y él, propietario de una discoteca de la ciudad de Mozyr.

Juntó los decenas de miles de patrocinios necesarios y la comisión electoral validó la candidatura, algo inesperado habida cuenta que las de dos opositores, considerados más serios, fueron rechazadas.

– ‘Cansada de tener miedo’ –

Tijanóvskaya se presenta como «una mujer corriente, una madre, una esposa», que libra la batalla por deber a pesar de las amenazas que la llevaron a exiliar a su hija de 5 años y a su hijo de 10 años.

La candidata presidencial Svetlana Tikhanovskaya (centro), acompañada de Veronika Tsepkalo (izq), esposa de un opositor exiliado y Maria Kolesnikova, exjefa de campaña de un opositor encarcelado, en Maladzechna el 31 de julio de 2020.-

«Abandono mi vida tranquila por (Serguéi), por todos nosotros. Estoy cansada de tener que soportar todo, cansada de callarme, cansada de tener miedo. ¿Y vosotros?», gritó en Minsk, bajo los vítores de decenas de miles de personas el 30 de julio.

Su marido, procesado por múltiples delitos calificados de fantasiosos por sus partidarios, sigue encarcelado. Se le acusa incluso de haber querido fomentar disturbios con mercenarios rusos. Otros oponentes han corrido la misma suerte a medida que se acercaban las elecciones.

Sobre su programa, Svetlana Tijanóvskaya es imprecisa, pero promete la liberación de los presos políticos, un referéndum constitucional y nuevas elecciones libres.

La relación con Rusia, un gran aliado de Bielorrusia pero cuyas relaciones con Lukashenko se han deteriorado, es un tema sobre el que no quiere explayarse.

Para sus partidarios, Sveta se ha convertido en una musa. The Village, un sitio de información bielorruso, la calificó de «Juana de Arco accidental».

Al principio se mostraba vacilante en sus apariciones públicas, pero ha ganado seguridad y ha impresionado con sus dos intervenciones televisadas autorizadas durante las cuales denunció las derivas y las mentiras del régimen bielorruso.

– Puño, corazón, victoria –

«De forma inesperada, su primer discurso televisado fue fuerte, sin traspiés ni puntos débiles», reconoce el diario de oposición Nacha Niva.

Su estilo sencillo y directo resuena en muchos bielorrusos y se sitúa en las antípodas de la actitud de su marido en los videos en los que denunciaba la corrupción del régimen de Lukashenko.

Svetlana Tijanóvskaya cuenta con la ayuda de dos mujeres para ganar seguridad y dar una imagen de fuerza sosegada. Con ellas forma un trío refrescante en contraste con el estilo machista del presidente de 65 años.

Se trata de Maria Kolesnikova, la exdirectora de campaña de un opositor encarcelado, el exbanquero Viktor Babaryko, y Veronika Tsepkalo, esposa de un tercer detractor del régimen que se exilió este verano con sus hijos en Moscú.

Cada una adoptó un gesto: Tijanóvskaya levanta el puño en alto, Kolesnikova forma un corazón con las manos y Tsepkalo hace la V de la victoria con los dedos. Tres símbolos que se han convertido en el cartel de esta campaña fuera de lo común.

Frente a ellas, la muchedumbre corea una canción que se ha convertido en un himno: «¡Vamos a derribar esta prisión! Ningún muro debe levantarse aquí».

Fuente: AFP