Una cosa es la curiosidad, la admiración y el agregado que puede causar la fe cristiana y otra cosa es el compromiso que se asume por ella a través de la Eucaristía y los Sacramentos de la Iglesia Católica.
A tantos les deslumbra en estos tiempos a la distancia la misión de los Apóstoles, y a una multitud le asombra la multiplicación de los panes y los peces, tal como lo narra San Lucas y los demás Evangelistas.
De esta manera podemos entender la mentalidad y el proceder de una persona como Herodes, quien no reparó en sus malos caminos después de martirizar al Bautista, y ahora buscaba entretenimiento, otra novedad… preguntaba por Cristo Jesús, su obra y sus Milagros.
Pidamos la gracia de pasar de la malsana curiosidad, fruto del ejercicio irresponsable del poder y de la búsqueda de placer egoísta al encuentro con Jesús mismo, en sus Sacramentos y en los que necesitan de atención, cuidado y auxilio.
Por intercesión de San Juan Bautista, que descubramos nuestro camino a través de la dificultades del cada día y de los grandes desafíos y pruebas que nos envuelven cada cierto tiempo, en lugar de buscar la fascinación por lo maravilloso y la espectacularidad pasajera y superficial.
Iglesia profética, penitente en permanente estado de conversión a la caridad y aprendiz de las grandes lecciones que nos da la historia de la humanidad en la que siempre estamos inmersos y no podemos ser ajenos a su desarrollo.