La única forma de dar sabor a la vida cuando se torna insípida, desabrida, sosa, es vivir el espíritu de las Bienaventuranza.

No hay otra forma de salir de la oscuridad, de subir a lo más alto, a las cumbres del encuentro con Dios y de la realización personal que el cultivar:

+ la pobreza evangélica,
+ la mansedumbre,
+ el sentido redentor del sufrimiento,
+ el hambre y la sed de la justicia,
+ la misericordia,
+ la limpieza del corazón, + el trabajar por el desarrollo y el progreso que es la única vía para alcanzar la paz,
+ la alegría y el regocijo ante la persecución por vivir los valores del Reino de los Cielos.

¿Acaso no hemos señalado las cualidades y el accionar en todo monento de la Virgen María?