Apostola Apostolorum… Su Fiesta hoy celebramos. La que estuvo junto a la otra María, la esposa de Cleofás y de la Madre del Señor a los pies de la Cruz. La de Magdala, la primera testigo de la resurrección del Hijo de Dios.
¿Quién no desea pertenecer a una verdadera familia?
De su Madre aprendió Jesucristo a decir, a estar y a vincular a su misión personas que hicieran de su vida a cumplir la Palabra de Dios, a hacer la voluntad Divina, a hacer de su existencia un servicio, tal fue la vida de la Esclava del Señor.
La iglesia, Familia de Dios, supera los vínculos de sangre, los intereses pecuniarios, la división de las capas sociales y económicas, las segregaciones raciales, étnicas e ideológicas .
Desde la Cruz y en cada Eucaristía Cristo nos entrega a su Madre y a nosotros como sus Hijos, sus discípulos amados.
En la hora del trabajo arduo y tedioso, de las causas imposibles, enfermedad y muerte, nos Jesús a su Padre Adoptivo San José. En la marcha por la vida nos inserta en la Comunión de sus Santos, nuestros muchos y verdaderos amigos para que nunca estemos solos.
Y en cada Eucaristía, en especial, en la intercesión por los difuntos, sanamos heridas, recuerdos dolorosos y nos vamos reconciliando con nuestros familiares que ya partieron rumbo al Cielo. Incluso, hacemos participes de esa oración a quienes no gozaron de las mejores virtudes y gestos durante su paso por este valle de lágrimas.
Renovemos ahora nuestro vínculo inmerecido de familiares de Jesús, José y María.
Santa María Magdalena… Las tres Marías a los pies de la Cruz… Rueguen por nosotros.