En la sencillez de Jesús se despliega en su totalidad el Misterio de Dios. Sus palabras provienen de la vida familiar, del trabajo, del campo y del encuentro entre los seres humanos.

Toma toda una vida aprender a sembrar, a diferenciar la tierra buena del lugar de la superficialidad, de la maldad y del menor esfuerzo.

La labor que se realicé con fe, esperanza y generosidad siempre dará buenos frutos. De lo contrario será un pan amargo, envenenado para todos.

Solo el tiempo determina y saca a la luz lo que está oculto al presente.

Sigamos adelante en la misión de sembrar la semilla del Reino de Dios, el Pan de la Eucaristía.

Habrán más aves que se quieran comer lo sembrado, terrenos tan secos y duros como las rocas, espinas y maleza que intentarán sofocar la planta que vamos regando cada día cuando el recio sol se oculta hasta el siguiente día. No hay excusas.

Tenemos que seguir aprendiendo a sembrar.

Santa Brigida de Suecia,
Patrona de Europa… Ruega por nosotros.