San José nos enseña a pasar por la puerta estrecha después de transitar el camino angosto. No con frustraciones, sin resentimientos, más con plena realización. La del hombre de bajo perfil, moderación por beneficio a los suyos y de arduo trabajo.

El Tektón, volvemos a repetir, no era un simple carpintero. Era el hombre que dirigía y supervisaba los proyectos de construcción de su localidad. Quien tenía que interactuar con los obreros, saber bien su oficio, tratar de tú a tú con los vendedores de los materiales de construcción, con los propietarios de las obras a realizar y las autoridades reguladoras. Dedicado a llevar las cuentas transparentes y asumir responsabilidades a la hora de los fallos y retrasos. Y con todo ello, el hombre justo, responsable, humilde y dedicado por entero a su matrimonio y familia.

Está es la descendencia por la fé de Abrahán y de todos los pueblos de la tierra.

Cristo, Hijo del Altísimo, creció y maduró en este ambiente de trabajo de compromisos, entrega con tiempos límite y responsabilidades asumidas.

Y en el hogar, estaba el cimiento y la columna para renovar la fe, aliviar el hambre y para encontrar el cansancio, la Virgen Madre, María.

Sin hogar, sin trabajo, sin familia, sin fé, es imposible entrar al Reino de Dios.