Cada año nace nuestra Fe.

Cuando nuestra sintonía de la Fe Católica está débil, y cuando nuestra atención se ha desviado con detalles y particularidades periféricas e institucionales, volvemos al lugar donde se manifiesta el sol que nace de lo Alto: al Corazón Inmaculado y Contemplativo de la Virgen Madre y al pobre pesebre de nuestra alma dónde ha nacido el único Rey de este mundo.

En Belén también están los Santos Pastores, símbolos de los futuros Apóstoles que vieron y oyeron el anuncio del Gran Gozo.

Se han ido las tinieblas y ha aparecido el Sol de la paz y el calor de su justicia.

Nos postraremos y besaremos la imagen del Niño Jesús.

En el intermedio de esto comulgaremos con el Silencio Eucarístico de San José y la admiración de María, quien también es nuestra Madre por pura misericordia del Altísimo.

¡Qué se alegre la Iglesia y el mundo confíe en que habrá una paz y prosperidad perpetua: el Niño Lindo está con nosotros!