Los partidarios de Marine Le Pen celebran en Hénin-Beaumont, al norte de Francia, tras el anuncio de que la lideresa del Frente Nacional pasó a segunda vuelta.

Con su avance a la segunda vuelta del 7 de mayo, Marine Le Pen logró sacar al Frente Nacional de la periferia política. Desde la Segunda Guerra Mundial, ninguna fuerza antiinmigrante y de ultraderecha ha estado tan cerca del poder en Francia.

Eso ha causado tanta preocupación en el país que, cuando fueron anunciados los resultados preliminares, prácticamente el resto de los rivales de la contienda —fueron 11 candidatos— le pidieron a sus partidarios que votaran contra Le Pen. Hicieron llamados para que sus simpatizantes respalden al exministro de Economía, Emmanuel Macron, pese a que es un político novato que no está tan vinculado a los tradicionales círculos del poder.

La primera vuelta fue un terremoto para Francia, debido a que el triunfo de Le Pen y Macron plantea una ruptura con la política establecida. Los dos partidos que gobernaron al país durante los últimos cincuenta años sufrieron una rotunda derrota; no recibieron el apoyo de los electores por la insatisfacción popular causada por el estancamiento económico y los problemas de seguridad de la nación.

El respaldo inmediato a Macron por parte de políticos de todo el espectro es parte de una dinámica que ha prevalecido cada vez que el Frente Nacional se acerca al poder ejecutivo: esa alianza ha recibido el nombre de “Frente Republicano”. La gran pregunta es si esa coalición funcionará en este momento.

“El extremismo solo traerá división e infelicidad”, dijo François Fillon, el candidato del partido Republicano, de centro derecha y quien hasta hace cuatro meses, cuando salieron a la luz varias acusaciones de corrupción, era el favorito. “No hay más opción que votar contra la extrema derecha”, añadió.

El candidato del gobernante Partido Socialista, Benoît Hamon —cuyo quinto lugar es muestra clara del rechazo al poder establecido—, fue igual de contundente. A pesar de que durante la campaña fue hostil con Macron, dijo: “Hay una clara distinción entre un adversario político y un enemigo de la república”. Al pedirle a los socialistas que votaran por Macron, recalcó: “Esto es muy serio”.

Solo Jean-Luc Mélenchon, de extrema izquierda y quien se disputa el tercer lugar con Fillon, se mantuvo aparentemente impasible y dijo que esperaría hasta que terminara el conteo. Sin embargo, algunos de sus partidarios reconocieron que no pasaría a la segunda vuelta por lo que debían respaldar a Macron.

Los analistas y los sondeos fracasaron al predecir el brexit y el triunfo de Donald Trump, por lo que muchos son recelosos al momento de descartar la posibilidad de un triunfo de Le Pen. Sin embargo, encuestas preliminares para la segunda vuelta muestran que el margen de victoria de Macron es de hasta un 25 por ciento.

En un discurso tras darse a conocer los resultados de la primera vuelta, Le Pen dijo que había una oportunidad histórica para la alternancia.

Es cierto que Le Pen se ha centrado en alejar a su partido de las raíces racistas, antisemitas y la nostalgia por el nacionalsocialismo que lo han caracterizado. Esa estrategia ha surtido efecto pues hasta la última semana de campaña —cuando hizo comentarios más claramente antiinmigrantes y desató controversia por unas declaraciones sobre los judíos— sus discursos se enfocaban en “recuperar la soberanía” de Francia al separarse de la Unión Europea y “restablecer” las fronteras del país.

No obstante, el trasfondo de prejuicios sigue presente en los mítines del Frente Nacional y un sentimiento antimusulmán es notorio en los discursos de la candidata. Además, las encuestas muestran que la mayoría de los franceses opina que el partido es una amenaza a la democracia del país.

En 2002, el padre de la candidata, Jean-Marie Le Pen, sorprendió a sus compatriotas al lograr llegar a la segunda vuelta dejando fuera de la contienda al Partido Socialista, por lo que la mayoría de los socialistas acudieron a las urnas —tapándose la nariz— para respaldar a Jacques Chirac, el candidato de centroderecha que tenía un historial plagado de escándalos. Jean-Marie Le Pen sufrió una fuerte derrota.

En las elecciones regionales celebradas en diciembre de 2015, el Frente Nacional parecía encaminado a conseguir el control de dos regiones; una en el norte y la otra en el sureste. Al final, en la segunda vuelta, no logró llegar al poder en ninguna. El “Frente Republicano” actuó y el Frente Nacional quedó fuera.

Parece que lo mismo sucederá con Marine Le Pen en esta ocasión. Obtuvo un 21 por ciento del voto frente al 24 por ciento de Macron, una “victoria a medias” según Joël Gombin, investigador francés especializado en el Frente Nacional. “El resultado quedó por debajo de lo que esperaba el partido y lo que predecían las encuestas”.

Para Gombin, a la agrupación de ultraderecha también podría irle mal en las próximas elecciones legislativas de junio.

Según el experto, para que Le Pen pueda ganarle a Macron necesita conseguir los votos de más de la mitad de los partidarios de Fillon. Ninguna encuesta prevé que pueda lograr eso; el electorado de Fillon es conservador, pero no radical.

“El Frente Nacional no pudo conseguir los votos de la derecha”, dijo Gombin. “Y parece que prevalecerá la dinámica del Frente Republicano. Por el momento, no hay razón para pensar que se vaya a fracturar”.

 Referencia: NyTimes.com.Es