Por LUIS ROSARIO

¿Quién es más im­portante, el presi­dente o los congre­sistas?

Si el Congreso funcionara como debe ser, para mí tiene mayor impor­tancia el voto por los diputa­dos y senadores que por el presidente.

Esa es la razón por la que hay que conocer bien los can­didatos al Congreso y no tirar el voto a lo loco.

Los presidentes muchas veces se han metido al Con­greso en un bolsillo y han convertido el primer poder del Estado en una marione­ta que han usado a su anto­jo para la aprobación de sus propios proyectos, positivos o negativos.

Para integrar un congre­so que valga la pena y que cumpla las reglas de juego, la Constitución, no voto por aquellas personas que tratan de embobarnos, queriéndo­nos hacer pasar por progreso lo que es un evidente retroce­so.

Da pena el papelucho ju­gado por la Cámara de Dipu­tados para complacer al Pre­sidente Medina en relación al Código Penal y más concreta­mente a su intención de intro­ducir, agarradas por los mo­ños, las tres causales para la despenalización del aborto.

No hablemos de la inope­rancia y apoyo cobarde a la burla contra nuestros valo­res que hizo el diplomático norteamericano, por todos conocido. Quemaron en un fuego mayor que el de Du­quesa el artículo 37 y 55 de la Constitución dejando al des­nudo nuestras desvergüen­zas, carencia de principios éticos y falta de dignidad pa­triótica.

El permanente coqueteo de algunos candidatos con el aborto, homosexualidad y todo lo que contiene la ideo­logía de género exige tomar decisiones bien definidas, puesto que, de llegar al po­der significarían un peligro para la dignidad y valores de nuestro país. Y todo con la idea de que, metiéndonos en esos túneles oscuros en que otros estados han caído, va­mos a progresar y a desarro­llarnos.

El camino del desarrollo y el progreso no va por ahí, al contrario, eso es parte de la deshumanización típica de nuestros tiempos y los pro­yectos mundiales de control poblacional.

Quien es capaz de apro­bar leyes para matar impu­nemente a criaturas que to­davía están en el seno de sus madres, se atreve a cual­quier cosa, aunque parezca una oveja mansa que quiere lo mejor para su pueblo. Tar­de o temprano el lobo se despierta.