Las preocupaciones nos asaltan con tanta frecuencia a medida que envejecemos.

La creación nos muestra la Divina Providencia del Padre. Los lirios del campo y las aves del cielo esperan el cuidado y el alimento que Dios les da a su tiempo.

Nuestras finanzas, salud y futuro lo colocamos en cada Misa en las manos de Dios que nos hizo para a amarle, conocerle y servirle en los que nos rodean.

Tomamos la decisión de dedicarnos por entero al Reino de Dios y su justicia.

Es Jesús quien nos enseña que la Divina Providencia es misteriosa porque obra para nuestra salvación, incomprensible por los acontecimientos que concurren para nuestro bien y es amorosa porque somos sus hijos gracias al sacrificio de la Cruz.

La confianza y la seguridad que hemos de tener al ponermos en las manos de nuestro Señor está garantizada por el Pan nuestro de cada día, la Eucaristía.

Para que podemos cumplir con nuestra vocación de Discípulos del Maestro Resucitado clamamos a la Virgen María, nuestra Madre de la Divina Providencia.

San Luis Gonzaga S.J…

Ruega por nosotros.