Doctor de la Escritura es el carisma del Presbítero nacido en Estridón no aceptaba medias tintas, inconforme y aspiraba a una altura y profundidad espiritual de perfección cristiana para él y para los que le rodeaban imposible de alcanzar, menos aún en el mismo grado uniforme para todos. De ahí sus constantes conflictos con los demás cristianos: Obispos, Presbíteros, funcionarios gubernamentales, señoras de la sociedad dirigente romana y en especial contra los herejes.

Su famosa expresión: me retiro… No hay derecho a ser santo. Después de buscar llenar sus expectativas en Constantinopla y en Roma al lado del Papa, rechazado y frustrado se retira al desierto nueva vez, y de forma definitiva, y se dedica de lleno a la Teología.

El siempre inadaptado e intolerante San Jerónimo, si las personas de su entorno no estaban a la altura de su nivel espiritual, ascético académico, pero aún si era rebatido y desafiado para ellos, se convertía en el más agudo y frontal adversario de estos.

Debemos esta radicalidad de Jerónimo el tesoro para todos los tiempos de la traducción de la Sagrada Escritura en clave doctrinal y litúrgica católica, la defensa de la naturaleza divina de Cruz y la perpetua virginidad de María Santísima, entre otras verdades fundamentales de la Fe Católica.

Su palabras nos arrastran: Yo, Jerónimo, cumplo con mi deber, obedeciendo los preceptos del Señor que dijo: Estudiad las Escrituras, y también: Buscad y encontraréis. Si yo lo hago, no tendrá que reprocharme, como hizo a los judíos: Estáis muy equivocados, pues no comprendéis las Escrituras ni el poder de Dios. Por su parte, el apóstol Pablo dice: Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios, y quien no conoce las Escrituras no conoce el poder de Dios ni su sabiduría. Eso significa que ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo.