Morir como Pastor que se entregó a la causa de la unidad entre católicos y ortodoxos. Eso hizo San Josafat.

La subida de Jesús a Jerusalén, camino a su entrega plena y definitiva al Padre Celestial por cada uno de nosotros implica clamar a Él como nos indica la Liturgía de la Iglesia:

«Jesús, maestro, ten compasión de nosotros».

Aprender a recorrer el camino y asumir nuestras responsabilidades por el bien de los nuestros y de aquellos que el mismo Dios ha colocado en nuestro entorno de servicio.

Solo enfrentando la vida, cumpliendo primero con nuestros deberes y obligaciones, dejando de actuar como adolescentes que buscan satisfacción personal, las secuelas de las enfermedades físicas, las ausencias, renuncias y recuerdos dolorosos, así como las equivocaciones cometidas en el pasado dejaran de ser el centro y freno de nuestra existencia.

Dar Gracias a Jesús o celebrar la Eucaristía es no abandonar la fé, es hacer un esfuerzo importante de nuestra parte de creer que la gracia y la bondad divina vendrá sobre los que buscan y trabajar en la verdad.

Pidamos a la Virgen María, nuestra Madre siempre fiel, que nos consiga el aprender y ejercitar de su Hijo Sacramentado la capacidad de clamar a su compasión, y a San José, Patrón de las causas imposibles, el levantarnos y dar lo mejor de nosotros en la misión que hemos de realizar.

San Josafat, y todos los Santos Pastores Mártires, rueguen por nosotros y por el mundo entero.