Un jesuita, a nombre de la Iglesia Católica, tomó la opción de convertirse en la voz de los negros esclavizados por manos cristianas.
Contra los bautizados nominales daba comida, agua de beber y compañía en el puerto a los esclavos que estos traían encadenados y los vendían como animales. No podían hacer más que estar juntos a los negros tirados al sol y hambrientos.
Contra los bautizados que apoyaban la trata de personas y su servilismo inhumano en sus propiedades les denunciaba en la homilía de la Misa Dominical, sufriendo con sus hermanos de comunidad el corte de alimentos, el abandono de sus Iglesias y el descredito que proferían contra los jesuitas radicados en Cartagena de indias.
Nos llama este gran santo a tomar su opción de vida evangélica.
Las esclavitud de la servidumbre es una atrocidad humana no superada ni hemos hecho justicia al Cristo Negro que todavía está Crucificado.
¡Propiciemos que venga a nosotros el Reino de Justicia, libertad y equidad en el Espíritu Santo!