Este Obispo y Doctor de la Iglesia, la Palabra de Oro de la Edad de Oro de los Santos Padres, Siglo V DC, nos regaló una acertada Homilía acerca de la identidad católica comprendida en el Sacrificio Único del Altar y el Sacerdocio de Cristo de Todo el Pueblo de Dios en la persona del sacerdote consagrado para siempre por el Sacramento del Orden Sacerdotal…
Inaudito ministerio del sacerdocio cristiano: el hombre es a la vez víctima y sacerdote: el hombre no ha de buscar fuera de sí qué ofrecer a Dios, sino que aporta consigo, en su misma persona, lo que ha de sacrificar a Dios; la víctima y el sacerdote permanecen inalterados; la víctima es inmolada y continúa viva, y el sacerdote oficiante no puede matarla.
Admirable sacrificio, en el que se ofrece el cuerpo sin que sea destruido, y la sangre sin que sea derramada.
Les exhorto -dice-, por la misericordia de Dios, a presentar sus cuerpos como hostia viva.
La Iglesia nos exhorta a cuidar a sus sacerdotes, a valorar la Eucaristía y los Sacramentos y a entregarnos en el servicio por la salvación de todos…. Porque nadie sabe lo que tenía hasta que ya no lo puede recibir.