El Obispo y Doctor de la Iglesia, de pequeño débil y enfermizo, descolló por su inteligencia en las ciencias humanas y eclesiales.
Su familia noble lo quería como médico, pero a los 18 años decide entrar a la Compañía de Jesús.
San Francisco de Borja lo destina a los Estudios Sagrados y a la enseñanza de los mismos: la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino, las Sagradas Escrituras y las lenguas clásicas.
Gran defensor del papado y de la fé católica en los turbios tiempos de la efervescencia protestante en el centro de Europa.
Sus grandes amores fueron la Fé Católica, la Iglesia, los Sacramentos, la Gracia y las buenas obras.
Después de una vida de servicio a la cabeza de la Iglesia, el Papa, se retira en sus últimos años a trabajar en lo oculto aquellos que le asignaba Roma.
Un Santo más actual y necesario que nunca para nuestra Comunión con el alma de Cristo.