La tercera Doctora de la Iglesia, proclamada por el Papa San Juan Pablo II, exhibe el carisma de la infancia espiritual necesaria para llegar al Cielo.
Sus Padres canonizados por el Papa Francisco: Luis Martin y Celia, educaron a sus hijas en los mejores modales, una basta formación académica, cultural y práctica, así como los mejores rudimentos de la vida espiritual católica que las atrajo a la consagración en la vida religiosa. Al morir Celia, Luis, el Padre asume todas las responsabilidades en la crianza de sus hijas.
Todas ellas en proceso de canonización: Paulina, María y Leonia, está última con fama de rebelde y es la que va más avanzada en el camino a los altares después de Santa Teresita.
La patrona de las misiones nos convida de la sencillez propia a la hora del encuentro con Cristo: «Necesito un corazón ardiente de ternura, que sea mi apoyo para siempre; que ame todo en mí, hasta mi debilidad, que no me abandone ni de día ni de noche. No he podido encontrar criatura alguna
que me amara siempre sin morir; necesito un Dios que tome mi naturaleza,
que se haga mi hermano y pueda sufrir. Cuando en mi joven corazón se encendió esta llama que se llama amor,..viniste tú a reclamarla. Y tú solo, oh Jesús, pudiste contentar mi alma. Porque tenía necesidad de amar hasta el infinito.
¡Qué la entrega y el sacrificio de Santa Teresita de Jesús que le costó la vida en aquel monasterio nos mueva a entregar el alma y el corazón por el bien de la Iglesia y la salvación de este mundo!
Santos del Carmelo… Rueguen por nosotros.